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El recreo: ese momento fundamental de la escuela, que introdujo la gran Juana Manso

En Argentina Juana Manso introdujo la práctica de los recreos en las escuelas. Años después la ley 1420 los incorporó como norma obligatoria. En esta nota, Billiken te cuenta cuál era la idea por la que se implementaron tiempos de descanso en las escuelas.

Tal como lo indican María Cristina Linares y otros autores en “Abecedario escolar. Historia de objetos y prácticas” (2007), el tiempo y el espacio para el recreo no siempre existieron. Antes del Iluminismo, en el siglo XVIII, no existía una concepción de la infancia como período especial en el desarrollo de hombres y mujeres. Tampoco existía una idea asociada a la psicología del aprendizaje, el juego, la fantasía o la imaginación, la necesidad de organizar los grados según la edad y la complejidad de los conocimientos. Las actitudes ante la existencia humana seguían dominadas por la preocupación por el pecado y la necesidad de salvación. El compañero constante de la infancia era el temor a la vara.

La idea de que los niños son “capullos por abrirse”

De un concepto negativo del niño como hombre pequeño, innatamente malo, se pasó con el pensamiento ilustrado a un concepto positivo: “la infancia buena” de Rousseau (siglo XVIII) o la infancia neutra, “tábula rasa”, de Locke (siglo XVII). La metáfora más utilizada era la del niño como capullo por abrirse.

Durante el siglo XIX este concepto de infancia se articuló con el desarrollo de la ciencia pedagógica (Pestalozzi, Herbart, Fröebel) y con una nueva realidad social, política y económica (Revolución Industrial, Revolución Francesa, el capitalismo como modo de producción y la construcción de los Estados nacionales).

En este contexto, a fines del siglo XIX triunfó la escuela pública, obligatoria y laica, el método mutuo de enseñanza y la escuela graduada, en la que treinta o cuarenta alumnos realizaban a la vez la misma actividad. 

El recreo: pensado para evitar las malas costumbres

A principios del siglo XIX hubo experiencias como la de Samuel Wilderspin en Inglaterra, pero con el propósito de vigilancia, corrección y disciplinamiento del niño. Para este maestro, el patio se comparaba con el mundo, donde los pequeños eran dejados libres y los maestros tenían la oportunidad de observarlos y darles consejos. El recreo era visto como remedio para evitar las malas costumbres, corregirlas y rescatar a los niños de las malas tendencias.

Fue con la constitución de los sistemas educativos nacionales a fines del siglo XIX que se instituyó el recreo de manera generalizada. Los fundamentos para la implementación de los recreos escolares comenzaron a basarse en la biología, la fisiología y la higiene. De esta manera, el recreo era pensado como imagen en negativo de lo que sucedía en el aula, como catarsis física y psíquica.

El recreo en nuestro país

En Argentina Juana Manso introdujo la práctica de los recreos y los patios. Más tarde, la ley 1420 la incorporó como normativa obligatoria. En su artículo 14 establecía: “Las clases diarias de las escuelas públicas serán alternadas con intervalos de descanso, ejercicio físico y canto”.

Las diferenciaciones por género, tan comunes en el origen de la educación, llegaron a los patios. Rodolfo Senet, un pedagogo argentino, prescribía que “en las escuelas mixtas los patios deben separarse para ambos sexos y también, los de niños pequeños y los mayores”. Las posibilidades edilicias no necesariamente se ajustaron a eso, pero los juegos separaron a ambos sexos por muchos años.

Juana Manso

En los recreos se jugaba al “Arroz con leche”, “La Farolera”, “La Paloma Blanca”, “La Ronda de San Miguel”, “Aserrín, aserrán”, “A la rueda rueda, de pan y canela”, “Mambrú se fue a la Guerra”, “Pisa pisuela, color de ciruela”, la escondida, el balero, la rayuela y la soga, entre otros juegos. Entre los juegos recomendados para niñas de primer y segundo grado a principios del siglo XX figuraban: los aros, las esquinitas, el pañuelo escondido, la mano caliente, el salto de la cuerda, el gato y los ratones. En el aula el niño no podía decidir con quién sentarse, pero en el patio podía elegir con quién jugar. En suma, el recreo significaba la libertad de poder ser tal cual se era.

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