Reproducimos a continuación parte de la entrevista que Ardila le concedió a BBC Mundo para conversar sobre las matemáticas, la inclusión social, la música y las emociones.
Uno de sus grandes enfoques como maestro es que las matemáticas sean una herramienta de inclusión social, ¿cómo funciona eso?
Eso es un tema muy complejo y voy a intentar resumirlo. Creo que la ciencia en general, y las matemáticas en particular, pues tienen un poder muy importante dentro de nuestra sociedad.
Por esa razón es fundamental que todos los sectores de una sociedad tengan acceso a esa herramienta, porque dependiendo de quién la tenga y quién la use, puede ser una herramienta para fomentar la igualdad.
Y a los científicos no nos gusta decir esto, pero la ciencia ha sido una gran herramienta para construir desigualdad también. Pero no porque sea mala, sino porque la gente que ha tenido acceso la ha usado para eso.
Pues por eso para mí es fundamental en una sociedad que trata de ser más igual, esta herramienta me parece que tiene que ser reimaginada por distintas comunidades. Que se pueda decir, en medio de la idea de construir una sociedad más igualitaria, qué papel puede jugar ahí la ciencia.
¿Y cómo lo aplica en un aula de clase?
Todo ese pensamiento me llevó a plantearme: ¿cómo puedo contribuir? Yo trabajo en una escuela pública. Es una escuela con acceso muy abierto y muchos de mis estudiantes vienen de comunidades que no han tenido acceso a la ciencia y a la matemática.
O sea, muchos de ellos son inmigrantes cuyos papás no acabaron el colegio.
Lo que yo intento es construir un ambiente dentro de mi salón de clases donde cualquiera que llegue pueda sentirse cómodo, cómoda y pueda encontrar la matemática como una manera de desarrollar sus habilidades y de tener cierta influencia.
¿Cómo lo hago? Soy bastante experimental. Entonces, por ejemplo, para que los estudiantes se sientan cómodos yo le meto música. Yo soy también DJ. Y pienso mucho en la música como un elemento que puede tener un efecto fuerte. A veces cuando llego al salón de clases les digo, "muchachos, pongan música ustedes".
Y cada día un o una estudiante tiene la oportunidad de poner una canción que signifique mucho para él o para ella.
De esto que empezó como un experimento que era divertido, lo que me impresionó es que los estudiantes ponen canciones que son muy significativas y cuentan historias muy personales.
Entre más hago estas cosas, más me doy cuenta de que los chicos quieren también aprender matemáticas, pero sobre todo que los traten como personas.
Ese tipo de cosas son las que yo llamo hacer inclusión social en el salón.
Hay una expresión que usted utiliza mucho hablando sobre educación, casi como un lema: "Nadie te quita lo bailado".
Porque yo siento que la educación siempre ha funcionado como una manera de clasificar a la gente. Esto pasa mucho en las clases de matemáticas, donde muchas veces lo que hacen es clasificar quiénes son los buenos y quiénes son los que no son buenos.
Y a mí eso me parece muy perjudicial. Si le das a alguien un examen de una hora, tú no puedes saber en esa hora qué es lo que esa persona puede hacer.
Lo hablo mucho con mis estudiantes, que es importante que les vaya bien en un examen pero me parece que eso es secundario y que es mucho más importante que ellos sepan y sientan que están aprendiendo, que están construyendo, que están gozando con la matemática.
Y cuando ellos sienten eso, dentro de su corazón, eso no se los quita nadie. La gente medio se sorprende cuando yo hablo de corazón en una clase de matemáticas, pero yo siento que la educación hace eso, que cuando tú aprendes algo nuevo y entiendes algo nuevo, pues eso te puede llenar mucho como persona. Tu cerebro entendió algo que ayer no entendía y eso nadie te lo va a quitar.
Y un profesor te puede poner una mala nota, pero eso no significa nada si tú sabes que aprendiste algo. O sea, nadie te quita lo bailado.
También ha dicho muchas veces que su invitación es a crear espacios con las matemáticas.
Eso me viene mucho de la relación con la música. Cuando hago fiestas como DJ o eventos artísticos, cuando tú entras a un espacio te sientes de cierta manera y eso influye mucho en cómo interactúas con el espacio.
Creo que eso también ocurre en el proceso de enseñanza. ¿Cómo reinventamos espacios, cómo hacemos que las personas se relacionen distinto con esos espacios?
Al salón de clases no lo veo sólo como un salón de clases, sino que es un espacio que estamos construyendo, que tiene un ambiente y que la idea es que la gente se sienta cómoda en ese ambiente y que haya cierto fluir de conocimiento y de energía.
Que el salón de clases sea un espacio que te da la bienvenida, que tú entres y digas "aquí se siente bien y quiero aprender".
Ahora, volviendo a la enseñanza, ¿cómo se puede trasladar esta creación de espacios y modelos de inclusión a las aulas de América Latina?
Es una pregunta muy interesante. Hay un ejemplo que para mí ha sido muy significativo en mi trabajo como educador y científico y es la Escuela de Robótica del Chocó.
Para mí ese es uno de los modelos más interesantes que he visto de educación en ningún lugar. En el Chocó (una zona muy pobre en el extremo noroeste de Colombia) ha existido un abandono del Estado muy fuerte. Y hay una idea de que los problemas se tienen que resolver entre la comunidad, porque nadie más lo va a resolver por ellos.
Yo fui a dar un taller allá y me conmovieron mucho un par de cosas. Una, que la Escuela es un espacio muy interactivo donde los estudiantes tienen, no sé, entre 10 y 18 años y los tratan como las personas intelectuales que son. Y entonces les preguntan, ¿ustedes qué quieren hacer?, ¿qué quieren construir?
Y los chicos tiene muchas ideas muy valiosas. Y trabajan con ellos para ayudarles a entender algo muy directo: ¿cómo puede la robótica ayudarte a ti a resolver los problemas que tú ves en tu comunidad?
Cuando hablo de robótica la cabeza de la gente siempre se va a imaginar un robot. Un Robocop, o un robot de la industria automotriz o algo así.
Sin embargo, cuando tú hablas de robots en la Escuela están pensando que en Quibdó (capital de Chocó) hay muchos incendios, porque la mayoría de las casas son de madera. Y allá los bomberos no alcanzan a llegar porque no hay infraestructura. Entonces, lo que piensan es "¿cómo hacemos un robot bombero?".
Y los chicos de 15 años están en eso. Y dicen que ahora están aprendiendo herramientas que son técnicas y que de verdad responden a sus necesidades.
Y pues también es una cosa muy bonita que es un programa muy íntegro, que trabaja con los muchachos y es parte de la vida de ellos, y llegan los papás y llegan las familias… Son procesos muy comunitarios que para mí son muy inspiradores.