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City Hall, la histórica estación de Nueva York que se convirtió en un punto turístico subterráneo

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Bajo las calles de Manhattan, en pleno corazón de Nueva York, existe una estación de metro que parece detenida en el tiempo. Se llama City Hall y, aunque cerró hace más de 70 años, hoy es uno de los rincones más fascinantes —y ocultos— de la ciudad.
El Mundo
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En la actualidad, millones de personas viajan cada día en el metro de Nueva York sin imaginar que, bajo sus pies, hay una estación que es una obra maestra de la arquitectura subterránea.

La estación City Hall, ubicada justo debajo del edificio municipal del mismo nombre, se inauguró el 27 de octubre de 1904. Formaba parte de la primera línea del metro de la ciudad —la IRT Lexington Avenue Line— y fue diseñada por los arquitectos Heins & LaFarge, en colaboración con el ingeniero Raphael Guastavino, célebre por sus innovadores arcos de cerámica.

City Hall no era una estación común: su estructura curvada, sus techos abovedados, los vitrales, los mosaicos en tonos verdes y dorados, y las lámparas de bronce la convirtieron en una auténtica obra de arte bajo tierra. Era el punto de partida del nuevo sistema de transporte que transformaría a Nueva York para siempre.

¿Por qué cerró la estación?

Turistas en City Hall.

A pesar de su belleza, City Hall tuvo una vida muy corta. En 1945, apenas 41 años después de su inauguración, fue cerrada al público. ¿El motivo? Su diseño curvo hacía difícil la detención de los trenes más largos y modernos que comenzaron a circular en la década del 40.

Además, la estación estaba muy cerca de otra parada —Brooklyn Bridge Station—, lo que reducía su utilidad práctica. Con el tiempo, el número de pasajeros que la utilizaban fue disminuyendo, hasta que finalmente la Metropolitan Transportation Authority (MTA) decidió clausurarla por completo.

Sin embargo, en lugar de ser demolida, City Hall fue preservada por su valor histórico y arquitectónico, y en 1972 fue declarada Monumento Histórico de Nueva York.

City Hall hoy: un museo oculto bajo Manhattan

Aunque ya no funciona como estación de metro, City Hall sigue existiendo. Su estructura se mantiene en excelente estado gracias a las tareas de conservación realizadas por el New York Transit Museum, que organiza visitas guiadas especiales para descubrir este tesoro subterráneo.

Estas excursiones permiten recorrer los andenes originales, observar los mosaicos restaurados y conocer cómo funcionaba el sistema de transporte más antiguo de la ciudad.

Pero incluso sin una visita oficial, hay una manera curiosa de ver la estación: los pasajeros que viajan en la línea 6 del metro y permanecen dentro del vagón cuando llega al final de su recorrido en Brooklyn Bridge/City Hall, pueden observar fugazmente los arcos y las luces de la estación cerrada mientras el tren realiza su giro para volver al otro sentido.

Curiosidades sobre la estación City Hall

Foto antigua de City Hall.

A lo largo de los años, City Hall se convirtió en una leyenda urbana para los habitantes de Nueva York. Estos son algunos datos curiosos que la vuelven aún más interesante:

  • Año de inauguración: 1904.
  • Iluminación original: 15 candelabros de bronce con lámparas de gas (reemplazadas luego por electricidad).
  • Materiales: cerámicos de Guastavino, mármol, hierro forjado y mosaicos en tonos azules y dorados.
  • Uso actual: forma parte del recorrido histórico del New York Transit Museum.
  • Curva emblemática: el andén tiene una curva de más de 120 metros, lo que hacía imposible alinear las puertas de los trenes más modernos.

Gracias a su conservación, City Hall es considerada hoy una cápsula del tiempo del Nueva York de comienzos del siglo XX.

¿Cómo visitar City Hall?

Para ingresar oficialmente a la estación, es necesario ser miembro del New York Transit Museum y reservar un lugar en sus tours especiales, que suelen realizarse pocas veces al año.

Estas visitas ofrecen una experiencia única: los guías relatan cómo era viajar en los primeros metros de la ciudad, se observan detalles de diseño que aún se conservan intactos, y se entiende por qué esta estación fue —y sigue siendo— un símbolo de la elegancia del transporte público de su época.

Quienes no logren acceder al tour pueden, igualmente, vivir una pequeña aventura urbana: quedarse dentro del vagón del tren 6 en su última parada y mirar por la ventana mientras el metro pasa lentamente por la estación cerrada. Un vistazo fugaz, pero mágico, a uno de los secretos mejor guardados de Nueva York.

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