En plena zona céntrica de Buenos Aires, equidistante entre Retiro y Recoleta, se alza una mansión de estilo francés que parece detenida en el tiempo. Se trata del Palacio Ortiz Basualdo, una de las pocas construcciones aristocráticas que logró sobrevivir a la transformación urbana de Buenos Aires en el siglo XX. Pero detrás de sus paredes decoradas con mármol, boiserie y vitrales, se esconde una historia marcada por el lujo, las pérdidas y las decisiones que cambiaron el destino del edificio para siempre.
Una familia poderosa y un proyecto ambicioso
A comienzos del siglo XX, el matrimonio de Daniel Ortiz Basualdo y Mercedes Zapiola de Ortiz Basualdo era una de las familias más acaudaladas de la Argentina. Decididos a expresar su posición social con una construcción deslumbrante, encargaron la construcción de un palacio al arquitecto francés Paul Pater, discípulo del reconocido Charles Garnier, autor de la Ópera de París.
La obra comenzó en 1912, pero se extendió por más de seis años. La demora se debió a una combinación de factores: cambios en los planos originales, demoras en la importación de materiales de Europa y una cuidada atención al detalle que llevó tiempo. Además, el arquitecto Pater tuvo que viajar a Francia para enlistarse en el ejército durante la Primera Guerra Mundial, y la obra fue terminada por su socio, Eugenio Gant Ner. Finalmente, en 1918, la familia pudo mudarse a su nuevo hogar: un verdadero palacio urbano con salones de estilo Luis XV, un vestíbulo revestido de mármol y una escalera central que aún hoy deslumbra a los visitantes.
Lujo y tragedia en la vida de Mercedes Zapiola
La mansión fue habitada por la familia Ortiz Basualdo durante poco tiempo. Mercedes Zapiola quedó profundamente afectada por la muerte su único hijo varón (Daniel) en 1929. La depresión en la que entró la hizo querer alejarse de Buenos Aires y pasó la mayor parte de su tiempo en el campo, casi sin visitar su lujoso palacio. A fines de la década del ´30 muere su esposo Daniel.
Estas dos pérdidas marcaron un antes y un después para la viuda, que en 1939 decidió vender la propiedad. El edificio, con su impronta francesa y su privilegiada ubicación, despertó el interés del gobierno de Francia, que estaba en busca de un inmueble para instalar su embajada. Así, la historia del palacio tomó un nuevo rumbo.
El Palacio Ortiz Basualdo se transforma en embajada
En 1939, el gobierno francés adquirió oficialmente la propiedad, que desde entonces se convirtió en la sede diplomática de Francia en la Argentina. A lo largo de los años, el edificio fue escenario de visitas destacadas, como la del Príncipe de Gales en 1931 (quien luego sería el rey Eduardo VIII) y la del presidente Charles de Gaulle en 1964, durante una visita oficial.
Si bien su función cambió, el espíritu del edificio se conservó. La embajada respetó la distribución original, restauró cuidadosamente las obras de arte y adaptó los espacios sin alterar el valor patrimonial del lugar.
Mirá También

¿Por qué el barrio de Retiro se llama así?
Un milagro arquitectónico: se salvó de la demolición
En los años 70, la ciudad de Buenos Aires vivió una profunda transformación urbana con la ampliación de la Avenida 9 de Julio. Para esa obra monumental se demolieron más de 60 edificios históricos. El Palacio Ortiz Basualdo estaba en la mira.
Sin embargo, su estatus como sede diplomática lo salvó de la piqueta. Francia se negó a vender la propiedad y Argentina respetó el acuerdo. Así, mientras a su alrededor los edificios caían y la avenida se ensanchaba, el palacio resistió, como una isla de otro tiempo en medio del nuevo trazado urbano.
Palacio Ortiz Basualdo: una joya arquitectónica que aún se puede admirar
Hoy, el Palacio Ortiz Basualdo sigue siendo uno de los mejor conservados de la ciudad. Su estilo Beaux-Arts, sus techos de pizarra, sus ornamentaciones internas y su historia lo convirtieron en un emblema cultural y diplomático. No está abierto al público en general, pero puede visitarse durante algunas jornadas especiales, como el Día del Patrimonio o el Open House.
Este edificio, que comenzó como un símbolo del poder económico de una familia, hoy representa la amistad entre dos países y la importancia de conservar el patrimonio urbano. Y aunque no todos lo conocen por su nombre, quienes pasan por la esquina de Arroyo y Cerrito no pueden evitar mirarlo con admiración.
Fotos del Palacio Ortiz Basualdo: así era el ostentoso edificio







