Chico Mendes fue un ecologista que luchó pacíficamente contra la extracción de madera y la expansión de los pastizales sobre la Amazonia. En esta nota, Billiken te cuenta en qué consistió el trabajo de este activista ambiental.
Chico Mendes fue un recolector de caucho, sindicalista y activista ambiental brasileño. Luchó de manera pacífica contra la extracción de madera y la expansión de los pastizales sobre la Amazonia hasta que fue asesinado por rancheros.
La Amazonia abarca seis millones de kilómetros cuadrados repartidos entre ocho países, de los cuales Brasil y Perú poseen la mayor extensión. Los otros países son Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Venezuela y Surinam. La preocupación por cuidar ese gran espacio natural marcó la vida de Chico Mendes, sindicalista y ambientalista brasileño de origen humilde.
La construcción de rutas gigantescas, represas, haciendas y hasta la búsqueda desesperada de oro, cambiaron de manera brutal el equilibrio ecológico de la región. A mediados de 1987 se llegaron a producir 20.000 incendios de manera intencional: millones de toneladas de materia viva fueron quemadas al aire libre, lo que equivale al diez por ciento del aporte mundial al efecto invernadero. Pueblos originarios enteros quedaron reducidos a su mínima expresión. Fue entonces cuando la voz de Mendes se oyó en todo el mundo. La Amazonia pasó a ser una preocupación de todos.
Chico Mendes decía que era posible el progreso sin destrucción. Ante el avance violento de la deforestación y la ruina del suelo, habló de las reservas extractivas, es decir, áreas donde se aprovecharía el caucho nativo, la recolección de frutos y medicinas silvestres. Demostró que una hectárea de selva producía mucho más que una hectárea dedicada a la ganadería. Y que esas reservas garantizaban la conservación del bosque y de los pueblos originarios.
Uno de los factores que pusieron en riesgo a la región y que fue denunciado por Mendes fue la construcción de la represa Tucuruí, en ese momento la cuarta hidroeléctrica más grande del mundo, ubicada sobre el río Tocantins, un afluente del Amazonas. Con el tiempo, los expertos dijeron que esa represa provocó un verdadero desastre ambiental, sanitario y social. Cientos de especies animales y vegetales desaparecieron. El ecosistema de la región se alteró de manera abrupta.
A mediados de los ochenta del siglo pasado, estalló en la Amazonia la fiebre del oro. Unas cien mil personas se lanzaron entonces sobre ese territorio en busca del metal precioso, sin reparar en nada. Se construyeron pistas de aterrizaje clandestinas y se hizo tráfico de animales exóticos. Como el oro se refinaba con mercurio, se contaminaron las aguas y murieron todos los peces de los ríos.
Luego fue la fiebre de la soja. Los terratenientes quemaban la selva buscando sumar hectáreas a sus propiedades para producir soja en ellas, lo que provocó que, con las grandes humaredas, se cerraran durante días los aeropuertos más próximos. Se levantaron nubes de mosquitos, lo que a su vez condujo a la transmisión de la malaria.
“Esta tierra es de ustedes. Si la transforman en dinero, van a perder la posibilidad de sobrevivir. La tierra es la vida”, les decía Chico Mendes a los pequeños propietarios cuando las grandes empresas les proponían comprárselas. Fue un gran luchador, que hizo oír sus reclamos sin recurrir a la violencia.
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