Buenos Aires encierra innumerables secretos en cada esquina. Y misterios también. Es el caso del edificio apodado “la torre del fantasma”, ubicado en el barrio de La Boca, un castillo cuya leyenda es bastante tenebrosa.
En la intersección de las calles Wenceslao Villafañe, Benito Galdós y la Avenida Almirante Brown, se erige el “Castillo de la Boca”, un edificio que no pasa desapercibido por el estilo de su construcción.
El edificio tiene una planta baja, dos pisos y una torre con almenas en lo que constituye un tercer piso. Además, la parte superior de la torre incluye un tanque de agua, posiblemente el primero de ese tipo que se instaló en La Boca. Su estilo se corresponde con el modernismo catalán. La obra ganó el Primer Premio de Arquitectura de la entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
Su construcción
A mediados de la década de 1910 María Luisa Auvert Aurnaud era una poderosa y rica estanciera española que compró ese terreno y le encargó al arquitecto catalán Guillermo Álvarez la construcción de un edificio que tuviera el diseño característico de Cataluña, su lugar natal. Su objetivo era alquilar sus habitaciones. Sin embargo, quedó tan maravillada con la obra que decidió vivir ella junto con sus empleados. Así es que llevó los muebles y decoró los balcones con plantas y se mudó allí.
Pero, al cabo de un año, María Luisa y su séquito de empleados, abandonaron misteriosamente el lugar y se instalaron en nuevamente en el campo, específicamente en Rauch, donde la distinguida señora tenía su estancia. El edificio fue dividido en departamentos, que luego se alquilaron a inmigrantes y artistas.
La leyenda del Castillo de La Boca
Según cuenta la leyenda, en el tercer piso, donde se ubica la torre del castillo, se instaló una pintora llamada Clementina, que repartía sus días entre su labor artística y encuentros con amigos y colegas. La vida de esta joven transcurría apaciblemente mientras su trabajo adquiría notoriedad. Así fue que un día una periodista concurrió a su vivienda para entrevistarla y tomó fotografías de sus cuadros.
Sin embargo, con el paso de los días comenzaron a suceder hechos extraños y los vecinos escuchaban gritos que provenían del hogar de Clementina. Un día, la artista se arrojó al vacío y nadie podía entender por qué una joven alegre y talentosa había tomado tan dramática decisión.
A los pocos días, la periodista reveló las fotografías que había tomado del cuadro de Clementina y lo que vio la llenó de estupor: alrededor de la obra se veían tres duendes. Movida por la curiosidad, se reunió con la propietaria del lugar y la estanciera española le contó de la existencia de unos pequeños duendes llamados follets que duermen en los hongos que ella había usado para decorar los balcones. Según la leyenda, estos personajes pueden llegar a hacer peligrosas travesuras que pueden llevar a las personas al borde de la locura. Eso fue lo que llevó a la propietaria a irse del edificio de un día para el otro.
Sobre la historia de Clementina no se sabe a ciencia cierta qué pasó. Algunas versiones indican que los duendes se enojaron al ser fotografiados y que por ese motivo le impidieron que termine su obra. Otras, indican que los duendes ya estaban enojados desde la época en que vivía la estanciera española y, movidos por el resentimiento, la empujaron al vacío.
Lo cierto es que, más allá de los hechos misteriosos, es una de las construcciones más llamativas de la ciudad. Y la leyenda le agrega un toque de misterio al ya misterioso barrio de La Boca.
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