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La gran hazaña del Cruce de los Andes: el primer paso de San Martín para liberar medio continente

En medio de peligros y bajo las inclemencias del clima y del terreno, el ejército liderado por el Libertador cruzó la Cordillera de los Andes entre enero y febrero de 1817.
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La preparación del Cruce

En los primeros meses de 1817 San Martín y el Ejército de los Andes llevaron a cabo la gran proeza de cruzar la cordillera para liberar Chile. Antes del cruce de los Andes, San Martín llevó a cabo una “guerra de zapa”. ¿Qué es eso? Hacer maniobras de distracción para desorientar a sus enemigos. Difundió rumores señalando fechas erróneas acerca de la partida de su tropa, y sobre todo del lugar por donde se efectuaría el pasaje. Así, consiguió dividir las fuerzas del enemigo y mantener a salvo sus columnas mayores.

La Cordillera de los Andes

Todavía hoy impresiona ver esa inmensa mole de piedra y nieve que nos separa de Chile. Su altura media ronda los 4.000 metros, alberga los volcanes más altos del planeta y al imponente Aconcagua, con sus 6.960 metros de altura.

Se extiende desde la isla de los Estados, en el sur, hasta casi el Mar Caribe, en el norte. Es una gran barrera que se formó hace millones de años como consecuencia del movimiento de las placas tectónicas. Sí, cuando todavía la Tierra se estaba formando. Bueno, por allí, con cinco mil hombres a cargo, pertrechos militares, animales, cañones y provisiones se atrevió a pasar San Martín en los meses de enero y febrero de 1817.

Antes del gran Cruce de los Andes

Una semana antes de que se iniciara el cruce, un grupo de mujeres de la alta sociedad mendocina bordaron la bandera del Ejército de los Andes ¿Quiénes? La chilena Dolores Prats, Mercedes Álvarez, Margarita Corvalán, Laureana Ferrari y Remedios de Escalada de San Martín. También trabajaron cosiendo los uniformes o entregando diversas cantidades de alimentos para consumir por la tropa.

Nuestro prócer no quiso depender solo de Buenos Aires para la provisión de las armas y por eso montó una fragua o fábrica en el campamento del Plumerillo. Al frente de ella ubicó al sacerdote sanjuanino Fray Luis Beltrán, experto en matemática, física y metalurgia. Beltrán ya se había ocupado de estas tareas en Chile al lado del director José Miguel Carreras. De la fragua de Beltrán salieron fusiles, sables, bayonetas, cañones y municiones con la asistencia de los habitantes de Cuyo.

La gran hazaña comienza

San Martín decidió atravesar la cordillera por varios pasos (Uspallata, Los Patos, Guana, Comecaballos, Planchón y El Portillo) para despistar al enemigo. La tropa estaba compuesta por cuatro mil soldados y mil quinientos milicianos, 10.600 mulas de silla y de carga 1.600 caballos además de 700 reses. Las temperaturas en la Cordillera iban desde 30 grados durante el día hasta diez grados bajo cero a la noche.

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El cruce finalmente se efectuó entre mediados de enero y los primeros días de febrero de 1817. El plan era que las columnas centrales cortaran las fuerzas realistas en dos, y que las secundarias tomaran pequeños pueblos y consiguieran la adhesión de la población.

Durante la travesía se alcanzaron alturas de 4.500 metros y se padecieron temperaturas de varios grados bajo cero. Se llevaron víveres para 15 días: charqui (carne seca), harina de maíz tostada, galletas, cebolla, ajo, queso, ají picante, vino y aguardiente, a razón de una botella diaria por hombre.

El cruce estuvo rodeado de peligros. En primer lugar, la amenaza de caer en el abismo ya que muchos animales se precipitaron por el exceso de peso y las irregularidades del terreno. El clima también fue inclemente y otro peligro radicaba en el apunamiento por la altura.

Las batallas en Chile luego del Cruce de los Andes

Luego de cruzar los Andes, las tropas de San Martín enfrentaron a las realistas el 12 de febrero de 1817 en la Cuesta de Chacabuco. Fue una batalla dura que, aunque tuvo un desarrollo rápido, produjo muchas bajas. La victoria fue total para el bando patriota.

El gobernador de Chile, Francisco Marcó del Pont, no tuvo más remedio que abandonar la capital, Santiago, que cayó en manos de los vencedores. Los realistas dejaron 500 muertos sobre el campo de batalla y los patriotas apenas doce.

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