En intersección de la calle Perú y la Avenida Belgrano se erige un edificio que es imposible no mirar. La singular belleza del Otto Wulff cautiva a los observadores como ningún otro. Fue construido en 1914 por el empresario maderero de origen alemán Otto Wulff. Luego de más de cien años de vida todavía no hay precisiones exactas sobre su origen.
Quién fue Otto Wulff
Mucho antes de que las guerras mundiales arrasaran Europa, el alemán Otto Wulff desembarcó en el Río de la Plata en busca de las oportunidades que esta tierra entonces prometía. Su instinto comercial pronto le dio réditos, y ya para principios del siglo XX era un importante empresario maderero.
El eje de su negocio eran las plantaciones de quebracho en la provincia del Chaco, con el fin de la extracción de taninos. Con eso generó una gran fortuna que le permitió ampliar sus posesiones y empresas también a Colonia del Sacramento, lugar que adoraba especialmente.
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En Buenos Aires también estaba atento a las posibilidades de hacer buenas inversiones inmobiliarias. Fue así como en 1909 se asoció con otro de los empresarios influyentes de la época, magnate naviero y fundador de la Flota Mercante Argentina, el croata Nicolás Mihanovich, para participar del remate de una de las esquinas más importantes de la ciudad de entonces.
Según consta en el acta de remate de 1909 –que se conserva en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires– el costo que pagaron los empresarios por el terreno fue de 60 mil pesos.
Origen del edificio
Según cuenta la historia “oficial” –tanto en libros como en artículos periodísticos desde hace décadas–, el fin de esa adquisición no fue puramente comercial, sino que el objetivo de Wulff era construir la sede de la representación diplomática del Imperio Austrohúngaro en la Argentina, entonces investida en la figura de Mihanovich, de origen croata, quien desde 1899 llevaba el título de cónsul honorario. Para ello, Wulff contrató en 1911 a un arquitecto de origen danés, Morten F. Rönnow, a quien le encomendó la obra.
Una construcción excepcional
Más allá de las teorías que se esbozan sobre los fines que dieron origen al edificio, la construcción es en sí misma excepcional y se destacó entre sus contemporáneos. Con sus 65 metros de altura divididos en 12 pisos, el Otto Wulff fue en su época uno de los edificios más altos de Buenos Aires, pionero tanto en la tendencia de utilizar el hormigón armado así como en la naciente tipología de rascacielos.
Inscripto en el estilo llamado jugend stil –la versión alemana del art nouveau–, presenta, también, características propias de los estilos renacentista y neogótico. Pero, lo que más destaca es su ornamentación, que aún hoy es eje de apasionados análisis.
Lo primero que llama la atención son esos ocho atlantes que se dividen simétricamente a uno y otro lado de la esquina, 5 a lo largo de los 25 metros que se extienden en el frente sobre Perú y tres en los 15 que tiene sobre Avenida Belgrano. Cada uno de esos hombres representa a uno de los oficios necesarios para la construcción: maestro herrero, carpintero, albañil, forjador, aparejador, escultor, arquitecto y jefe de obra.
Detalles
Pero, además de los atlantes, en cada uno de sus detalles hay significados por desentrañar. Y, por lo tanto, igual variedad de interpretaciones. En cada uno de sus balcones se pueden ver esculpidos en concreto pingüinos, lechuzas, loros, osos y pumas así como caciques e indios representando la población originaria en ménsulas, gárgolas y barandas.
Los detalles zoológicos están coronados por cuatro cóndores de 5 metros de altura que parecen vigilarlo todo, ubicados estratégicamente donde termina el cuerpo central del edificio, que es además la base de las cúpulas, que se elevan hacia el cielo 20 metros, es decir, un tercio de la altura total del edificio.
La similitud de los cóndores con el Águila Imperial que el Imperio Austrohúngaro tomó como animal heráldico es asombrosa, especialmente porque, como en el escudo, en el Otto Wulff los cuatro cóndores también se miran de a pares.
Patrimonio y cambios posteriores en el edificio Otto Wulff
No se sabe con certeza qué sucedió con el edificio luego de la caída definitiva del Imperio Austrohúngaro, en 1918. Se sabe que muchos años después fue comprado por una firma que, en 1961, lo subdividió en 56 unidades para ser vendidas de manera individual. Desde entonces, el Otto Wulff es un edificio de oficinas de los rubros más variados. Aunque cuenta con protección patrimonial, ha sufrido los avatares de cualquier consorcio porteño.
En la actualidad, muchos de sus dueños proponen recobrar su esplendor original, opacado por el transcurso del tiempo y el abandono. Mientras tanto, el Otto Wulff sigue imponiéndose por su belleza y singular arquitectura ante cada transeúnte desprevenido que eleva la vista a su paso.