“He sido espectadora de muchos episodios lejanos...”, contaba la pintora.
Léonie Matthis fue una pintora francesa que vivió en Argentina gran parte de su vida, desde principios hasta mediados del siglo XX. Es conocida en nuestro país por su capacidad de capturar, a través de su arte, varios de los acontecimientos más cruciales de la historia argentina.
Mostró talento para la práctica artística desde temprana edad. A los quince años ingresó en la famosa Escuela de Bellas Artes de París y estudió allí 10 años, convirtiéndose en una de las primeras mujeres en hacerlo.
Léonie Matisse llegó a la Argentina a los 29 años junto a su esposo Francisco Villar, quien también era artista.
Muchos conocemos los cuadros de la pintora, pero pocos sabemos que es ella la que está detrás: ¿por qué? Porque, en su momento, las mujeres no eran bien apreciadas en el mundo del arte. Según el status quo de la época, el lugar de la mujer no era en la esfera pública, a la vista de todos y ejerciendo una profesión -menos la de artista-, sino dentro de la esfera privada, cuidando la casa y la familia.
Hoy, gracias al trabajo de archivistas y diversos museos, la propiedad de los trabajos de Léonie es reconocida como tal.
Una de sus pinturas más adoradas es “25 de Mayo de 1810”. En ella, observamos la movilización de todo Buenos Aires hacia el Cabildo aquella gloriosa mañana que cambiaría nuestro rumbo por siempre.
Para crear sus cuadros, Léonie Matthis buscó la orientación de artistas contemporáneos y el consejo de personas de los círculos intelectuales que había conocido como artista. Entre estas últimas se encontraban historiadores, escritores, iconógrafos y hasta sacerdotes, entre ellos:
Matthis también se sirvió de diversos museos, archivos y colecciones, además de leer libros históricos y relatos de viajes, para que su obra no solo fuera un viaje retrospectivo, sino uno verídico.
Cada obra le implicaba a la artista un conjunto importante de investigaciones y recopilaciones de información preliminar. Su arte se erigía sobre un ejército de testimonios y restos materiales.
Algo interesante es que, si bien su estilo busca conscientemente tener una apariencia creíble, como si se hubiera completado al mismo tiempo que el evento que representa, Léonie Matthis no quería que fueran solo documentos históricos. Sus obras también retratan personas anónimas que tal vez existieron o tal vez no, y que conforman un movimiento anónimo en masa.
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