Los días agitados de mayo de 1810 son dueños de muchas anécdotas que llaman nuestra atención. Te contamos algunas en la nota
La Semana de Mayo fue una de las semanas más importantes de nuestra Patria. Los días previos a la Revolución de Mayo marcaron el nacimiento de nuestro país, y están llenos de secretos y anécdotas poco conocidas. La Buenos Aires de aquel momento era muy diferente hace 213 años.
A continuación, algunos de los datos recopilados por el profesor e historiador Rodolfo Piovera.
Uno de los lugares donde se intrigaba era la vivienda de Nicolás Rodríguez Peña y su esposa, doña Casilda Igarzábal. Los invitados no paraban de llegar para deliberar en su casa: French, Belgrano, Viamonte, Martín Rodríguez, Castelli, Vieytes y unos cuantos más. La residencia de Rodríguez Peña quedaba a la altura del 800 de la actual calle Rivadavia
Ante la noticia de que cayó la junta suprema en España todo Buenos Aires supo de la novedad, lo que generó mucho alboroto y un gran revuelo. Magnífica excusa para sentarse y calmar los ánimos frente a un buen plato de comida. ¿Dónde? En la fonda de Los Tres Reyes, cerca de la Plaza de la Victoria. Una de las más reconocidas de la ciudad. El menú era diverso, aunque un poquito pesado: sopa carbonada, albóndigas, pastas, asado de vaca, guisos de carne, y más. Prohibido para estómagos débiles.
Por entonces se editaba un solo periódico en Buenos Aires, el Correo de Comercio, que dirigía Manuel Belgrano. En una de sus páginas aparecía la noticia de la llegada al puerto de un embarque conteniendo... ¡paraguas! Sí, ya los había en esta época.
A Cisneros le gustaba jugar a las cartas. A dos juegos en particular: la malilla y el truquiflor, antecedente de nuestro conocido truco. Sin embargo, en un grabado ubicado bajo la estatua de Castelli, en Plaza Constitución, se ve al virrey jugando al ajedrez, que es mucho más elegante.
Los Infernales se identificaban llevando un retrato de Fernando VII en el sombrero, o una cinta blanca en la solapa. O las dos cosas juntas.
Uno de los legionarios que más temor infundían era Buenaventura Arzac. Medía casi dos metros y tenía mucha fuerza. Solía vencer a sus enemigos tomándolos por el cuello con una mano y alzándolos unos 30 centímetros del piso.
En 1810, con la llegada del inglés John Bennett, ya sumaban tres los sastres en la ciudad. Ese mismo año un aviso en el periódico ofrece nodriza o ama de leche para amamantar bebés.
El virrey Cisneros era medio sordo. Había quedado así después de una explosión durante la batalla de Trafalgar
Manuel Belgrano (hijo de italianos), indignado por la presencia de Cisneros al frente de la Junta propuesta el jueves 24, comprometió su palabra de caballero de que si el ex virrey no renunciaba al día siguiente, él lo derribaría con las armas. ¡Así se habla!
En aquel momento, en la Plaza de la Victoria se llevaban a cabo numerosas actividades diferentes: ceremonias religiosas y oficiales, estaba el mercado, estacionamiento de carretas, corridas de toros, y hasta ejecuciones públicas o cepos de castigo. Por otro lado, los martes se jugaba a la lotería. Los niños competían a la payana, a la escondida, al gallito ciego y a la escondida.
Recopilación de datos: Profesor de historia Rodolfo Piovera
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