El Citlaltépetl, también conocido como Pico de Orizaba, es un volcán inactivo que se alza a 5.636 metros sobre el nivel del mar. Esta impresionante altura lo convierte en la montaña más alta de México y la tercera de toda América del Norte, después del monte Denali (Alaska) y el monte Logan (Canadá).
Su nombre proviene del náhuatl y significa "Cerro de la Estrella", debido a que su cumbre, cubierta de nieve, brilla cuando refleja la luz del sol. Este coloso natural se encuentra en el Parque Nacional Pico de Orizaba, una reserva protegida que abarca una superficie de más de 19.000 hectáreas.
Paisajes cambiantes y biodiversidad en el Citlaltépetl
A medida que se asciende por las laderas del Citlaltépetl, los paisajes cambian notablemente. En las zonas más bajas predominan los bosques de pino, encino y oyamel. A mayor altitud, el terreno se vuelve más ralo y aparecen pastizales de altura y zonas rocosas.
El parque alberga una gran variedad de especies de flora y fauna adaptadas a las condiciones extremas. Algunas de las especies más destacadas son:
- Tlacuaches y pumas, que habitan en zonas boscosas.
- Colibríes y águilas reales, que sobrevuelan las zonas altas.
- Orquídeas silvestres y zacates alpinos, presentes en las partes más frías del volcán.
El volcán también es fuente de agua para numerosas comunidades, gracias a los deshielos estacionales que alimentan ríos y arroyos cercanos.
Turismo, historia y exploración en la montaña más alta de México
El Citlaltépetl es uno de los destinos favoritos para el montañismo en Latinoamérica. La ruta más popular para su ascenso es la vertiente norte, conocida como la "Ruta del Glaciar Jamapa". Esta travesía requiere experiencia en alta montaña y puede demorar entre dos y tres días.
Históricamente, la montaña fue considerada sagrada por civilizaciones prehispánicas. Hoy en día, además de los escaladores, la visitan científicos que estudian su actividad volcánica (la última erupción registrada fue hace más de 170 años) y turistas interesados en la biodiversidad y los paisajes.
Visitar el Citlaltépetl es adentrarse en un ecosistema desafiante, cambiante y lleno de vida. Su imponencia lo convierte en un emblema natural de México y un destino obligado para amantes de la naturaleza y la aventura.
