La demora de los cabildantes en aceptar la renuncia de la Junta provocó la irrupción en la sala capitular de Antonio Beruti y otros miembros de la Legión Infernal. El criollo los amenazó con estas palabras: “Si hasta ahora hemos procedido con prudencia ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí”.
La nueva Junta
Los revolucionarios habían confeccionado una lista avalada con cientos de firmas. La nueva Junta debía integrarse con Cornelio Saavedra como presidente; Juan José Paso y Mariano Moreno como secretarios; y Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Juan Larrea y Domingo Matheu como vocales.
El tiempo pasaba y los patriotas en la plaza se impacientaban por la falta de novedades sobre lo que sucedía dentro del cabildo. De ahí nació la conocida frase: “¡El pueblo quiere saber de qué se trata!”.
El juramento se hizo sin la pompa del día anterior y sus miembros se hicieron cargo del gobierno ese mismo día. El flamante gobierno juró fidelidad al rey Fernando VII, como lo habían hecho antes las Juntas en España y las que luego se formaron en América. En ese momento, el monarca era prisionero de Napoleón.
Los vecinos, enterados de la novedad, acudieron a la plaza para vivar a la nueva junta, cuyos integrantes salieron entonces al balcón a saludar. Luego, los siete criollos y los dos españoles (Matheu y Larrea) que integraban el cuerpo, pasaron entre la multitud para dirigirse al Fuerte, donde estaban las oficinas del virrey, y hacerse cargo de sus funciones.
Los festejos por el triunfo
La tarde y la noche del 25 fueron de fiesta en la ciudad, pese a la lluvia que apagaba las velas. Un testigo de la época contó que no solo la plaza se llenó de gente, sino también las calles principales.
Hubo baile en las calles de tierra “del cabildo, las torres y del colegio”, es decir, las actuales Bolívar, Rivadavia y Alsina. Y debajo de la recova, que era ancha y estaba techada, para cubrirse de la lluvia.
Muchas de las casas abrieron sus puertas para que la luz del interior llegara al exterior. Adentro se bailaban la contradanza y el vals al ritmo del clave (un instrumento característico de la época) y de la guitarra.