El 20 de mayo de 1810 el síndico Leiva trató de convencer a Cisneros de la inutilidad de negar la reunión en el Cabildo, asegurándole que él iba a manejar esa situación. El virrey dudaba. Antes de decidir, llamó a los jefes militares para saber si contaba con su apoyo. Saavedra le dijo que no, porque la Junta que había designado a Cisneros ya no existía. Por la noche, Castelli y Rodríguez insistieron ante el virrey en malos términos con el pedido de la reunión. El virrey dijo que no permitiría insolencias, a lo que Rodríguez le contestó que tenía cinco minutos para decidirse. Después de ello, el representante del rey pronunció su famosa frase: “Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran”. Y convocó al Cabildo Abierto.
Cómo era la Ciudad de Buenos Aires en 1810
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Para 1810 en el territorio de nuestro país habitaban menos de 400.000 habitantes, de los cuales 40.000 pertenecían a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por ese entonces, Buenos Aires era una ciudad sucia y descuidada, pues no se contaba con un sistema de recolección de residuos, sumado a las aguas estancadas y animales muertos que era bastante común encontrar en el camino. Esto producía una alta circulación de enfermedades entre los ciudadanos, en una ciudad equipada con apenas 2 hospitales y 8 médicos.
Algunas de las enfermedades más comunes de la época eran: fiebres catarrales, sífilis, tuberculosis, asma, tétano, rabia e hidropesía. Durante el período colonial, Buenos Aires sufrió tres epidemias históricas: la viruela en 1805, el sarampión en 1809 y la disentería entre 1810 y 1812.
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En la esfera del ocio, el teatro era muy habitual en ese entonces. Se interpretaban obras que hacían alusión a la Revolución y resultaban siendo muy aclamadas por el público. Debido a esto, el gobierno colonial clausuró “La casa de Comedias”, único teatro de Buenos Aires. Los bailes y las sombras chinescas eran eventos muy concurridos y los juegos de dados y cartas predominaban en las clases populares. Las pulperías eran un lugar de encuentro fundamental en la vida cotidiana de estos estratos sociales. En cuanto a la clase alta, se distinguían por un gran consumo de literatura, asistencia a reuniones y tertulias donde se debatía de diversos temas, desde política y arte hasta ciencia y filosofía.
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La gastronomía era bastante variada y muchas de las comidas típicas llevaban carne ya que el ganado era cimarrón (salvaje) por lo que tenía un costo muy bajo. Algunos platos típicos de esa época son: puchero, carbonada, locro, sábalo, empanadas y asado de vaca. Entre los postres, los más usuales eran el arroz con leche, yema quemada, mazamorra, torrejas y pastelitos de dulce de membrillo de batata.