El Alto Perú había sido una provincia del virreinato rioplatense, pero no reconocía al gobierno instalado en Buenos Aires. Peor aún: se había convertido en una amenaza para la Revolución. Por ese motivo se enviaron tres expediciones militares para controlarla.
La primera la comandó Juan José Castelli, vocal de la Primera Junta, en 1811. Acabó en un desastre para los patriotas. La segunda tuvo al frente a otro vocal, el general Manuel Belgrano, quien llegaba victorioso después de ganar las batallas de Tucumán y Salta. Pero fracasó en el Alto Perú, donde fue vencido sucesivamente en Vilcapugio y Ayohuma.
En 1815 fue el turno del Ejército del Norte, bajo la jefatura de José Rondeau. ¿Resultado? Tremenda derrota en la batalla de Sipe Sipe. ¡Qué peligro! El Norte dejó abierta una puerta bien grande para que las tropas realistas, al mando de Joaquín de la Pezuela, penetraran e hicieran una matanza. Quienes más sufrieron sus incursiones fueron las provincias limítrofes, como Jujuy y Salta. Había que hacer algo. Por suerte, no faltaban los valientes ni los jefes capaces. Esa fue la hora de Martín Miguel de Güemes y el comienzo de lo que, con el tiempo, se llamó “la Guerra Gaucha”
Yo te dije...
Cuando San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte en 1814, recomendó no incursionar más por el Alto Perú. Propuso una táctica defensiva, a cargo de los gauchos de Güemes, y no una ofensiva. Lamentablemente, Rondeau no le hizo caso y pasó lo que pasó.