La expresión "me costó un ojo de la cara" es una frase que se usa mucho en español, para indicar que algo tiene un precio muy elevado o que requiere un gran esfuerzo. Su origen se remonta a un hecho histórico bastante literal ocurrido en el siglo XVI, durante las expediciones de los españoles en América, específicamente durante la conquista del Imperio Inca.
"Me costó un ojo de la cara"
El protagonista de esta historia es Diego de Almagro, un conquistador español que participó activamente en la conquista de Perú junto a Francisco de Pizarro. Almagro fue un personaje importante en estas confrontaciones. Fue el primer europeo en llegar a la actual Bolivia, fundar la primera ciudad española en Ecuador y ser considerado el descubridor de Chile.
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El origen preciso de la frase se sitúa en un incidente ocurrido entre finales de 1524 y principios de 1525. En ese período, Almagro acudió en ayuda de Francisco Pizarro, quien se encontraba asediado en el Fortín del Cacique de las Piedras, en la actual Colombia. Durante este enfrentamiento, a Almagro lo hirió una flecha indígena que le impactó en un ojo, dejándolo tuerto.
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Tras este suceso, Diego de Almagro regresó a España y se presentó ante el rey Carlos I para rendir cuentas de su expedición. En este encuentro, Almagro se lamentó ante el monarca, diciendo que "el negocio de defender los intereses de la Corona le había costado un ojo de la cara". Su objetivo era enfatizar el alto precio personal que había pagado por servir a la corona española.
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