Un agujero negro es una región finita del espacio que se describe en las ecuaciones de Einstein. Su interior posee una concentración de masa extremadamente elevada, que genera un campo gravitatorio tan intenso que casi ninguna partícula, radiación o luz puede escapar de él.
Los agujeros negros conocidos no representan un peligro inmediato de ser engullidos para la Tierra debido a las vastas distancias involucradas. El peligro más directo para nuestro sistema solar es la posibilidad de alteraciones en las trayectorias de objetos más pequeños como asteroides y cometas.
Se cree que cerca de la Vía Láctea, existe un agujero negro supermasivo que podría generar consecuencias en el Sistema Solar.
¿Qué es un agujero negro supermasivo?
Un agujero negro supermasivo es un objeto cósmico extremadamente grande. Estas estructuras se ubican en el centro de la mayoría de las galaxias. Su intensa gravedad influye en su entorno galáctico y su detección puede realizarse a través de diversas observaciones astronómicas, incluyendo la influencia en el movimiento de las estrellas.
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Se ha encontrado un agujero negro supermasivo en la Gran Nube de Magallanes (LMC), una galaxia enana que orbita alrededor de la Vía Láctea y se encuentra ubicada a casi 200,000 años luz de la Tierra. Astrónomos del Centro de Astrofísica Harvard & Smithsonian (CfA) lograron identificar pruebas contundentes de su existencia.
Su hallazgo podría redefinir el conocimiento sobre la evolución de los agujeros negros supermasivos y proporciona la primera evidencia concreta de que pueden existir en sistemas galácticos más pequeños.
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Los astrónomos estiman que este agujero negro supermasivo tiene una masa de aproximadamente 600.000 veces la del Sol. Aunque tiene un tamaño considerable, es más pequeño que el agujero negro supermasivo del centro de la Vía Láctea, Sagitario A*, que tiene una masa de 4 millones de soles.
¿Cómo lo hallaron?
El descubrimiento fue posible gracias al análisis del movimiento de 21 estrellas hiperveloces ubicadas en los márgenes de la Vía Láctea. Se determinó que aproximadamente la mitad de estas estrellas fueron expulsadas por su influencia gravitatoria. Los datos del telescopio espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea fueron cruciales para rastrear las trayectorias de estas estrellas.
A diferencia de otros agujeros negros supermasivos que suelen detectarse por sus emisiones de rayos X o radio, este no mostró señales claras en estas formas de radiación ni en luz visible. Esto podría deberse a su estado o a que aún no se ha buscado en el lugar adecuado.
