Matilde Hidalgo nació el 29 de septiembre de 1889 en Ecuador, en un hogar donde no faltaba nada. Pero cuando su padre murió vinieron tiempos difíciles. Su madre empezó a trabajar de costurera para mantener a sus hijos, y así les enseñó una valiosa lección: si uno quiere algo, tiene que esforzarse para lograrlo. Matilde era buena alumna y le gustaba estudiar. Para una mujer de aquella época la escuela primaria era el único nivel al que podía acceder, pero ella dijo: “Yo quiero seguir aprendiendo”.
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Su hermano pidió especialmente en el colegio que dejaran que Matilde siguiera cursando. Le dieron permiso y en 1913 se convirtió en la primera bachiller de Ecuador. Quiso seguir Medicina en la Universidad Central de su país, pero no la aceptaron por ser mujer. Entonces fue a la Universidad de Cuenca, donde sí la dejaron ingresar, y en 1919 obtuvo su licenciatura en Medicina. Dos años más tarde consiguió el doctorado: otra vez fue pionera.
Matilde ejerció la medicina y se casó. En 1924 se celebraban elecciones presidenciales y se acercó a inscribirse para participar, pero se lo impidieron por ser mujer. “Yo quiero votar”, dijo. Entonces recurrió a las máximas autoridades, que le reconocieron el derecho al sufragio. Nuevamente pasó a encabezar la lista de mujeres votantes ecuatorianas.
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El paso siguiente fue participar en política: “Ahora quiero ser diputada”, dijo. Luego de un fracaso inicial ¡lo logró! Mientras tanto seguía ejerciendo la medicina, especializándose en Nutrición y Pediatría. También escribía poesía. Para Matilde, la lucha por los derechos de la mujer fue una práctica constante. No hablaba: hacía. Así, poco a poco, fue abriendo caminos para ella y para todas las mujeres de Ecuador. Murió el 20 de febrero de 1974.
“No contentarse tan solo
con el rosario en la mano
y el breviario del cristiano
querer la vida pasar.
Es preciso abrirse paso
entre envidia y mezquindades
y burlando tempestades
dedicarse ya a estudiar”.
Matilde Hidalgo, del poema El deber de la mujer.
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