Juan Facundo Quiroga es considerado uno de los principales caudillos federales. Nació el 27 de noviembre de 1788, en San Antonio, La Rioja, en lo que alguna vez fue el Virreinato del Río de la Plata.
Fue un militar excepcionalmente valiente, hábil y decidido. Es un personaje muy particular de nuestra historia, ya que toda esa valentía y habilidad tenía como contraparte una personalidad violenta y bastante polémica.
Si había alguien que le temía más a Facundo Quiroga que sus enemigos eran sus propios gauchos, quienes debían dejar la cobardía, el miedo y la flaqueza en casa para no ser víctima de las lanzas y disparos del caudillo.
¿Por qué apodaron "el Tigre de los Llanos" a Facundo Quiroga?
En la guerra, Facundo Quiroga parecía invencible. Durante la campaña de 1831 el caudillo logró ganar en tres batallas seguidas contra ejércitos superiores en cantidad y calidad.
Con esta serie de eventos, el prestigio de Quiroga alcanzó niveles estelares. Allí es cuando recibió su famoso apodo: el Tigre de los Llanos.
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Lo interesante es que para la gente de las pampas, en aquél momento, el nombre no era meramente una figura retórica. Tenía y sigue teniendo connotaciones mágicas: es el hombre-tigre, también llamado runa uturuncu en la mitología indígena.
Según dicha creencia, el hombre-tigre tiene la capacidad de transformarse en la fiera. Es la fiera detrás de una máscara humana.
Sarmiento y una historia que agarró vuelo
Como es sabido, Quiroga y Sarmiento no eran del todo cercanos. Más bien todo lo contrario: eran enemigos. Por algo Sarmiento se empeñó tanto en que todos supieran que Quiroga era, según él, un bárbaro incivilizado.
Fue el mismísimo Sarmiento el que echó a correr una leyenda del origen de su apodo, que dice que en una oportunidad, Quiroga fue perseguido por un tigre o yaguareté, lo que lo obligó a treparse a un árbol.
Momentos después, y con la ayuda de gauchos que pasaban por ahí, terminó matando al animal. De ahí el “Tigre de los llanos”, según el escritor ilustre. El consenso de la mayoría de los historiadores, sin embargo, es que esta versión de los hechos no era más que una invención ficcional.