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Enseñar a leer y dislexia: derribando mitos y ofreciendo soluciones

Enseñar a leer y dislexia: derribando mitos y ofreciendo soluciones
La dislexia no es una enfermedad, sino una dificultad persistente en la lectura. Enseñar a leer bien con métodos científicos y estructurados es clave para reducir su impacto en todos los niños, especialmente en aquellos con riesgo de dislexia. La detección temprana y una intervención rápida y focalizada son esenciales.

La dislexia ha sido, por desgracia, un terreno fértil para la divulgación de falsos mitos, así como de creencias y terapias poco fundamentadas.

No es una enfermedad; es una dificultad grave y persistente para adquirir un aprendizaje cultural concreto: la lectura. Los niños con dislexia tienen problemas para aprender las correspondencias entre las letras y sus sonidos y para leer las palabras escritas de forma precisa y fluida. En muchas ocasiones, estos errores se trasladan a la escritura.

Dslexia: diferencias cuantitativas, no cualitativas

Un error común tiene que ver con creer que las diferencias entre los niños que tienen dislexia y los que no la tienen son cualitativas. Es decir, que los primeros cometen fallos muy particulares y específicos cuando aprenden a leer que no es posible encontrar en ningún otro alumno. Esto no parece ser así.

La habilidad de leer de forma precisa y fluida se distribuye en la población según la curva normal. Muchos niños experimentan, en las etapas más emergentes, pequeñas dificultades para aprender a leer: confunden letras cuyos sonidos se parecen, tienen dificultades con sílabas complejas y decodifican mal palabras largas. Los niños con dislexia presentan dificultades similares, pero las suyas son más frecuentes, persistentes y responden peor a una enseñanza de la lectura bien fundamentada.

De hecho, la dislexia es mucho más una cuestión de grado que algo que simplemente se puede confirmar o descartar con un “sí” o con un “no”. El punto de corte para el diagnóstico es arbitrario, es decir, ha sido fijado por el ser humano. Existen niños con una habilidad para leer de forma precisa y fluida que es media-baja y, como en tantas otras cosas, sus dificultades se sitúan en una escala de grises.

Por supuesto, aquellos alumnos que no aprenden a leer de forma precisa y fluida se encuentran en una situación de vulnerabilidad que tenemos la responsabilidad de atender.

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El mito de que la dislexia viene con más creatividad

No hay evidencias científicas sólidas de que la dislexia sea un don ni de que aporte a los niños regalos como la creatividad. Al contrario, que los niños tengan problemas para leer de forma precisa y fluida puede tener consecuencias negativas.

La dislexia se asocia, por ejemplo, con un mayor riesgo de fracaso escolar, un menor acceso a los estudios superiores y, además, con una mayor probabilidad de presentar diversos problemas relacionados con la salud mental.

Estos últimos tienen que ver con las dificultades académicas derivadas de la dislexia que en algunos niños provocan ansiedad o depresión. La falta de detección y de una adecuada respuesta puede potenciar dichos problemas.

Tampoco hay datos que indiquen que actuaciones superficiales, como modificar el tipo de letra o el color del texto, sean una solución muy sólida para mejorar la calidad de vida de los niños con dislexia.

Pero es mucho lo que podemos hacer para ayudar a este alumnado, que supone un porcentaje significativo en las aulas.

Enseñar a leer bien: clave para todos

Para empezar, puesto que la lectura es un aprendizaje cultural que no se aprende por exposición, es razonable poner el foco en una alfabetización de calidad para todos. Y es que enseñar a leer con programas científicamente fundamentados es especialmente bueno para los niños con dislexia por varios motivos.

En primer lugar, una enseñanza de la lectura estructurada y sólida reduce las dificultades de todos los niños y, por supuesto, también de aquellos que están en riesgo de dislexia. Además, que la enseñanza de la lectura sea sistemática, explícita y bien fundamentada ayuda a detectar antes a quienes se quedan atrás.

¿Ofrece la enseñanza de la lectura una calidad deseable? Algunos estudios han mostrado señales preocupantes en España, por ejemplo: muchos maestros salen de las universidades con falsos mitos y un conocimiento inexacto de cómo enseñar a los niños a leer.

Principios técnicos para una alfabetización de calidad

Enseñar los sonidos de las letras con métodos bien fundamentados y estructurados, que incorporen revisiones acumulativas del material visto, que ayuden a los niños a manipular los sonidos de las palabras y que transfieran esto a tareas de lectura y de escritura de forma guiada y sistematizada, son principios bien fundamentados en idiomas alfabéticos.

Por ejemplo, enseñar a los niños a leer partiendo de sílabas (sa, se, si, so, su) o de palabras (soso), en lugar de enseñar cómo suenan las letras (“esta letra es la ‘ese’ y suena /s/”) es una mala idea para el alumnado más vulnerable.

Además, consolidar el conocimiento de las relaciones entre letras y sonidos con ejercicios de conciencia fonémica (“rodea los dibujos que tengan en sonido /s/”), presentar varias letras a la semana y programar de forma adecuada cómo los niños transfieren esto a tareas de lectura y escritura es fundamental. Estudios como el que hemos señalado anteriormente indican que es mucho lo que aún se puede mejorar en los colegios en ese sentido.

La respuesta temprana a la dislexia, lo más importante

Otra cuestión enormemente esencial es conectar esos programas educativos de calidad para todos con una respuesta educativa rápida, intensiva y focalizada en grupos reducidos de alumnos, tan pronto como aparezcan las primeras dificultades para aprender a leer. Es decir, que aquellos niños que empiezan a mostrar sus primeros problemas con la lectura reciban programas estructurados cuando apenas han transcurrido unos meses desde el inicio de su alfabetización es de suma importancia.

Aquí no solo nos enfrentamos a la falta de formación, sino también a los propios engranajes de la administración. Para ofrecer una respuesta educativa rápida, intensiva y focalizada, algunos niños deben esperar hasta dos años para recibir un diagnóstico que les permita acceder a una ayuda más específica.

Mientras la respuesta educativa llegue tan tarde para aquellos niños con dificultades para aprender a leer, la atención a la diversidad estará fallando para este alumnado.

Atajar brechas a tiempo

Las brechas no se cierran; al contrario, se abren muy temprano y, si no se atajan a tiempo, persisten hasta la adolescencia. Los niños que muestran sus primeras dificultades no necesitan “madurar”, sino programas tempranos, intensivos y especializados que traten de impedir que se queden atrás cuando aun están en situación de riesgo.

A modo de conclusión, quizás sea el momento, en palabras del experto británico Joe Elliot, de ser algo más científicos acerca de la dislexia. Es necesario cambiar una visión mitificada o romántica de esta dificultad por una enseñanza de calidad para todos y una respuesta educativa rápida y temprana para aquellos que muestran sus primeros problemas. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero ¿cuántas cosas hay más importantes en los centros educativos que enseñar a leer al alumnado más vulnerable?


(c) The Conversation / Julián Palazón López (Universidad Internacional de Valencia) / imagen: 123RF

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