Cuando un papa muere o decide renunciar, la Iglesia Católica inicia un proceso muy particular para elegir a su sucesor: el cónclave. Este ritual, que combina tradición, secreto y símbolos, tiene su centro en la Capilla Sixtina del Vaticano, donde se reúnen los cardenales que tienen derecho a voto.
Lo más llamativo es el modo en que se anuncia al mundo si ya hay o no un nuevo sumo pontífice: con una columna de humo. El humo negro indica que no hubo acuerdo, mientras que el humo blanco anuncia que un cardenal fue elegido como papa. Pero… ¿cómo logran que el humo cambie de color? ¿Siempre fue así?
El curioso sistema detrás del humo blanco y negro
Durante el cónclave, los cardenales votan en secreto escribiendo el nombre del candidato en una papeleta, que luego depositan en una urna dentro de la Capilla Sixtina. El resultado de esa votación se comunica al mundo de una manera muy particular: con humo que sale de una chimenea, que es negro si no hubo acuerdo, o blanco si hay nuevo papa.
Aunque parezca una señal improvisada, en realidad es un sistema muy calculado. Las papeletas se queman en una estufa especialmente preparada, y el color del humo no depende solo del papel: se le agregan sustancias químicas para lograr el efecto deseado.
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Desde 2005, el Vaticano utiliza fórmulas precisas para que no haya dudas. El humo negro se consigue mezclando perclorato de potasio, antraceno y azufre; mientras que el humo blanco se genera con lactosa, clorato de potasio y resina de abeto.
La decisión fue clave para evitar malentendidos como los que ocurrieron en el pasado, cuando el humo salía gris o apenas visible y causaba confusión entre los fieles. El humo blanco, curiosamente, se agregó recién en 1878.
El origen del cónclave y su tradición

La palabra "cónclave" proviene del latín cum clave, que significa "con llave" o "bajo llave". Este término no es simbólico: hace siglos, los cardenales eran encerrados con llave para evitar influencias externas mientras decidían quién sería el nuevo papa. Esta medida fue adoptada oficialmente en el año 1274, durante el Segundo Concilio de Lyon, convocado por el papa Gregorio X.
¿Por qué en ese año? Sencillo: tras la muerte del papa Clemente IV en 1268, la Iglesia estuvo sin papa durante casi tres años. El retraso en la elección generó tanta tensión en la ciudad italiana de Viterbo que las autoridades civiles, desesperadas por una resolución, encerraron a los cardenales en el palacio episcopal, redujeron sus raciones de comida e incluso quitaron el techo del edificio para presionarlos.
Este episodio marcó un antes y un después. Desde entonces, se impusieron reglas más estrictas para que las elecciones fueran rápidas, secretas y libres de presiones políticas. A lo largo de los siglos, el sistema del cónclave fue ajustándose: se establecieron límites de edad para votar, normas sobre el aislamiento de los participantes y detalles logísticos como el alojamiento y la seguridad.
Hoy, el cónclave se realiza exclusivamente en la Capilla Sixtina del Vaticano. Los cardenales electores (es decir, los menores de 80 años) no pueden:
- Salir del interior de la Capilla Sixtina durante el proceso,
- Usar celulares,
- Acceder a medios de comunicación,
- Recibir visitas. Además, pueden votar hasta cuatro veces por día, en sesiones que se repiten hasta que uno de ellos obtenga la mayoría requerida: dos tercios de los votos.

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