El lunfardo es el lenguaje que surge de la mezcla de idiomas traídos por los inmigrantes europeos de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Una especie de argot cuyo epicentro estuvo en Buenos Aires y que luego se fue extendiendo al resto de Argentina. Al mismo tiempo, sus palabras tuvieron mucha circulación en los conventillos y en el puerto de la ciudad de Buenos Aires y muchas se retomaron en las letras de tangos. Es acá donde se puede encontrar una explicación a por qué utilizamos la palabra “chamuyo” y “chamuyar”, sustantivo y verbo, respectivamente, que hacen referencia a la habilidad de la persuasión.
Ambas palabras comienzan a usarse en Argentina y Uruguay en el contexto de la inmigración masiva. Vienen del caló, un dialecto de los gitanos españoles, y se entienden como una forma de convencer a otra persona. Puede ser en situaciones de seducción o de un diálogo para persuadir sobre determinadas ideas.
La palabra “chamuyo” y sus derivados “chamullar” y “chamullero” han sido incorporados al diccionario de la RAE en 1970. El diccionario de la Real Academia Española define “chamullo” como “palabrería que tiene el propósito de impresionar o convencer”. Además, las palabras se encuentran en una variedad de tangos y de poemas.
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