Te contamos el origen de un arte teatral que pasó por varias etapas y perdura hasta el día de hoy.
El mimo, aquella persona que actúa sin hablar, es una figura reconocida en el mundo del arte por su capacidad de improvisar y hacernos creer en espacios y objetos que no están ahí. El más conocido probablemente sea la gran caja imaginaria, en la que el actor parece estar encerrado.
Partamos de algunas definiciones. La palabra "mimo" viene del latín mimus y del griego μῖμος (mimos), que significan "actor", "imitador". Y aquel que practica el arte, el mimo, es un intérprete teatral que utiliza únicamente gestos faciales y movimientos corporales para expresar un pensamiento, idea o historia.
El origen del teatro mímico se atribuye a la Antigua Grecia, región que actualmente ocupa el país homónimo, junto a Italia, Chipre y Turquía. Muchos historiadores le adjudican a Sofrón de Siracusa, escritor originario de Sicilia (actual Italia), la creación de este arte mudo en el siglo V a.C.
Usualmente, el arte mímico consistía de escenas mudas interpretadas por dos o tres personajes. Tenía, en sus inicios, un carácter realista y satírico que luego derivó en comedia. Una vez que se extendió a la civilización romana, se volvió más paródico que antes y alcanzó la categoría de "farsa".
Los libros de historia sostienen que, durante el periodo imperial romano, el arte mímico cobró más relevancia que el drama clásico. Sin embargo, como muchas creaciones, pasó por una etapa oscura: en el siglo V d.C. y posteriores, la Iglesia logró condenar a actores y cerrar los teatros.
En la Europa Medieval, los teatros ambulantes conservaron al mimo, que luego volvió a surgir gracias a la Commedia dell'Arte en Italia, durante el siglo XVI d.C. Con el pasar del tiempo, se combinó con el bufón, el carnaval y con movimientos más exagerados. Algunos de sus artistas migraron a Francia, donde una de las figuras más famosas fue la de Jean Gaspard Debureau, con la cara enharinada.
Existen tres mimos que sorprendieron por su capacidad actoral e imaginativa. Algunos lo hicieron a través del teatro, y otros adaptaron el arte de la mímica al cine mudo:
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