Durante muchos siglos la educación fue pensada para muy pocos. Los pobres, los esclavos, las mujeres, los devotos de una religión diferente y las personas que tenían otro color de piel no gozaban del privilegio de estudiar. Sin embargo, tal como lo indican Carla Baredes y Pablo Pineau en “La escuela no fue siempre así” (2008), hacia fines del siglo XVII aquella situación empezó a cambiar.
Juan Bautista de La Salle, un sacerdote preocupado por los niños pobres y los hijos de los artesanos, abrió una escuela completamente revolucionaria: era gratuita, se organizaba en clases para grupos de unos treinta niños y se enseñaba a leer en francés (que era el idioma que utilizaba la gente común) y no en latín (que era el idioma empleado en los libros de culto).
En muy poco tiempo hubo escuelas lasalianas por toda Francia. En ellas se enseñaba lectura, escritura, cálculo y religión. Iban sólo los varones, que ingresaban a los ocho o nueve años y permanecían alrededor de cuatro años. Para que todas funcionaran de la misma manera, La Salle escribió la “Guía de las Escuelas Cristianas”, un libro en el que indicaba cómo debían organizarse. Posteriormente, las escuelas lasalianas fueron imitadas por otras órdenes religiosas, como las ursulinas, que crearon escuelas similares para las niñas francesas.
Los alumnos lasalianos debían ocupar diferentes puestos
Los estudiantes lasalianos debían cumplir diferentes roles. El campanero tenía que avisar que empezaba o terminaba una clase, el paso de las horas, la misa y los acontecimientos importantes. El inspector debía controlar lo que pasaba cuando el maestro se iba de la clase y, si se cometía alguna falta, tenía que denunciar a sus compañeros para que recibieran un castigo. El vigilante, por otra parte, ocupaba su puesto en secreto para controlar al inspector: debía observar si se dejaba sobornar con regalos, si ejercía un chantaje para no delatar y/o si se comportaba correctamente. En las escuelas lasalianas además existía un visitador de ausentes, cuya tarea era pasar por las casas de los que faltaron a clase y averiguar las razones por las que no fueron. También estaba el distribuidor y recogedor de papeles, el barredor, el portero, el llavero y el distribuidor y recogedor de libros.
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