Leona Vicario nació el 10 de abril de 1789. Su nombre completo era María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador. Creció en una casa con todas las comodidades y fue muy bien educada, lo cual era inusual para una mujer en aquella época. No por eso Leona dejó de ser una chica rebelde. Cuando sus padres murieron, la joven, que aún no había cumplido 18 años, quedó al cuidado de su tío. Conoció entonces al abogado Andrés Quintana Roo, y ambos se enamoraron y quisieron casarse. Su tutor no lo permitió, porque el novio era pobre. Eso no los detuvo, porque Leona y Andrés tenían una causa mucho más importante por delante: la Independencia de México.
Leona pertenecía a una sociedad secreta llamada "Los Guadalupes". Su función era recolectar información sobre los planes de los españoles, para transmitírselas a los insurgentes y alertarlos. También se ocupaba de enrolar reclutas para el ejército, recaudar dinero, conseguir tratamiento médico para los heridos y ayudar a los fugitivos. Además hizo colaboraciones con su fortuna: vendió joyas para fabricar cañones y comprar armas para el Ejército.
Un día una de sus cartas con información secreta cayó en manos de los españoles y Leona fue atrapada. Cuanto más investigaban los españoles, más pruebas encontraban sobre su labor de espía patriota. Fue interrogada con dureza, pero nunca delató a sus compañeros insurgentes. Sus bienes fueron confiscados y ella fue condenada a prisión. Sin embargo, formar parte de una sociedad secreta tenía sus ventajas: ¡los compañeros de Leona se infiltraron en la prisión y la rescataron! La llevaron enseguida a Michoacán, donde se casó con su enamorado. Desde ese momento defendió como periodista la causa revolucionaria, por entonces triunfante. De hecho, es considerada la primera mujer periodista de México.
En 1817 la guerra de Independencia se había vuelto más cruenta y Leona tuvo que huir junto a su marido. Fue capturada un año después y aceptó un perdón del rey para ella, su marido y su hija recién nacida. Para ella la guerra había terminado, pero su legado como la mujer fuerte de la Independencia mexicana apenas comenzaba. En una ocasión afirmó: “No sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres: ellas son capaces de todos los entusiasmos, y los deseos de la gloria y la libertad de la Patria no le son sentimientos extraños”.
Murió el 21 de agosto de 1842.
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