Además de luchar por la independencia y de participar en innumerables batallas, San Martín también se hacía tiempo para disfrutar de aquellas actividades que más le gustaban, como la lectura. Además de tocar la guitarra y pintar, era un ávido lector y tenía una gran librería personal, tal como se llamaba a las bibliotecas en aquella época.
Era un gran lector en francés, latín e inglés, y a todas partes trasladaba su biblioteca personal. Cuentan que en los fogones del cruce de los Andes les leía a los analfabetos fragmentos de obras clásicas.
Pedro Luis Barcia es Doctor en Letras, investigador y profesor, y escribió “Los caminos de la lectura. Las bibliotecas del Libertador” (Autopistas del sol, 2010), libro donde analiza las lecturas de San Martín. Cuenta que el mayor caudal de su biblioteca estaba dedicado a las artes militares, pero también había publicaciones sobre literatura, obras históricas, libros de viajes, y varios diccionarios: de música, de historia, de arquitectura, de América, de artes, etcétera.
San Martín llevaba sus libros con él y los trasladaba a través del Atlántico y de la Cordillera. Sus lecturas eran propias de un hombre de la ilustración. Tenía una edición ampliada de la famosa Enciclopedia y también libros de matemáticas, literatura, agricultura, jardinería, biografías, derecho, memorias, etc.
Su librería está compuesta por un total de 268 obras y 725 volúmenes, el 68% están escritos en francés, el idioma de la cultura y la ilustración en esa época. Además de las obras referidas a su profesión militar e historia, sus libros predilectos son los de la escuela filosófica del siglo XVIII, en cuyo pensamiento se ha formado con las ideas de soberanía popular, división de poderes, libertad civil y religiosa, etc. San Martín leía a los filósofos de la ilustración: Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Diderot y encarna esas ideas.
El Libertador estaba convencido del rol importantísimo de la lectura para la educación universal y la formación de ciudadanos. Bajo esas ideas, contribuyó a la constitución de importantes bibliotecas en distintas ciudades.
En marzo de 1817 el Cabildo de Santiago de Chile le concede un obsequio de diez mil pesos en oro, como muestra de su reconocimiento y gratitud. El Libertador dona esa dinero para la creación de una biblitoeca nacional. En Mendoza también ha contribuido a la conformación de una biblioteca al dejar asentado en su testamento el pedido de que su colección de libros sea destinada a la conformación de uan biblioteca. En Perú, funda la Biblioteca Nacional de Lima en 1821, a la cual dona sus más 700 libros coleccionados desde la juventud en España y traídos a América.