Para hablar del “efecto IA” tenemos que saber a qué refiere el concepto de inteligencia artificial. También conocida como AI, según el orden de las siglas en inglés, es un campo de la informática que se enfoca en crear sistemas capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana. Ejemplos de ello son:
- El aprendizaje.
- La toma de decisiones.
- El reconocimiento de patrones.
- La resolución de problemas.
A través de algoritmos, modelos de aprendizaje automático y grandes volúmenes de datos, la IA permite que las máquinas realicen estas tareas de manera autónoma, mejorando su rendimiento con el tiempo de forma independiente.
El fenómeno llama la atención del mundo entero; eso incluye a intelectuales y analistas que se dedican a estudiarla, entenderla y teorizar sobre su comportamiento. Cuánto más se sabe sobre la inteligencia artificial, más son los conceptos que aparecen para explicarla y expandirla. Uno de ellos es el "efecto IA".
¿Cómo se define el "Efecto IA"?
Este fenómeno involucra procesos psicológicos y sociales profundos y entrelazados con el estado actual del desarrollo tecnológico a nivel mundial. Sin embargo, se puede explicar de forma simple.
El efecto IA es, básicamente, aquél sentimiento que sienten las personas cuando determinada capacidad de la inteligencia artificial ya no nos resulta extraña, sorprendente ni desconocida.
El proceso es algo así: primero se lanza una nueva inteligencia artificial. Cuando sus capacidades y las herramientas que ofrece llegan al público, este atraviesa colectivamente una etapa de euforia y shock al ver lo que un sistema artificial es capaz de hacer. Lo empiezan a usar y, al cabo de un tiempo bastante breve, se acostumbran. Lo que hace poco era novedoso ahora ya no lo es más; ya no causa miedo ni sorpresa. Solo queda esperar que el ciclo comience nuevamente.
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Las causas del fenómeno
¿Qué es lo que causa el efecto IA? Principalmente tres procesos mentales.
El primero es el principal y también el más claro. Pasa cuando nos cuentan de cierto programa nuevo de inteligencia artificial ahora es capaz de hacer algo que antes solo los humanos podían lograr. Nos sorprendemos. Sentimos una mezcla de emociones, entre las que podemos destacar sobre todo el miedo: es el fin del mundo, los robots van a tomar la Tierra, me van a despedir porque una computadora lo hace mejor.
Eso nunca dura demasiado: al cabo de un corto período de tiempo ya nos acostumbramos a la tecnología en cuestión e incluso la incorporamos en nuestro día a día. Ya no es sorpresa, no es desconocida, por ende no da miedo o rechazo. Sentimos el efecto IA.
Si lo pensamos, esto es exactamente lo mismo que pasó en otros puntos de la historia -la cuestión es cíclica-. La escritura en papel fue shockeante hasta que nos acostumbramos, luego pasó lo mismo con la imprenta, con la aparición de las computadoras, luego los teléfonos móviles, y así en un ciclo eterno.
Otras causas del efecto IA
El efecto IA también es causado por una cuestión sobre todo etimológica. A menudo, la definición de IA se ajusta de forma que excluye capacidades que los sistemas de IA ya dominaron. Esto hace que muchas veces las tareas que la IA puede realizar ahora con éxito dejen de considerarse IA. Es paradójico y posee parte de lo que mencionábamos antes -si es mundano, ya no es IA-.
Otra causa del efecto sucede cuando, como espectadores humanos, descartamos el comportamiento de un programa de inteligencia artificial por no considerarla inteligencia "real".
Cuando alguien descubría cómo hacer que la computadora llevara a cabo determinada tarea -jugar bien al ajedrez, resolver dilemas sociales-, los críticos decían: “eso no es pensar”. El shock inicial del descubrimiento se esfuma y la IA deja de ser mágica.