Reemplazar alimentos de origen animal por alternativas vegetales: ¿es realmente más saludable? - Billiken
 

Reemplazar alimentos de origen animal por alternativas vegetales: ¿es realmente más saludable?

Alternativas vegetales a los alimentos de origen animal: ¿de verdad son más saludables?

Cada vez más personas siguen dietas más o menos vegetarianas, motivadas por el bienestar animal, el medio ambiente o la propia salud. Esta tendencia en alza se ha traducido en un aumento de la oferta de alimentos con alternativas vegetales a los productos de origen animal.

En la actualidad, la evidencia científica no es suficiente para determinar si dichas imitaciones presentan beneficios nutricionales respecto a los originales. Especialmente porque existe una gran variación en el contenido de nutrientes entre ambas opciones.

Un estudio exhaustivo

Para ahondar en la cuestión, un equipo de investigadores de la Universitat Rovira i Virgili, el Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili y la red CIBERobn del Instituto de Salud Carlos III hemos comparado 922 alimentos alternativos vegetales con sus homólogos de origen animal.

El análisis se centró en cinco categorías de productos (queso, leche y otros lácteos, huevos, pescado y carne) y tuvo en cuenta dos características: el perfil nutricional y su grado de procesamiento. El primero se valoró con el algoritmo del sistema de etiquetado Nutri-Score, mientras que para medir el grado de procesamiento industrial usamos la clasificación NOVA. En su categoría NOVA 4, entrarían los alimentos ultraprocesados.

Pros y contras de las alternativas vegetales

Nuestro estudio ha demostrado que las alternativas vegetales tienen, en general, un buen perfil nutricional. Pero comparadas con sus homólogos de origen animal, también incluyen una cantidad significativamente superior de azúcar, sal y fibra. Además, las imitaciones del pescado y la carne presentan un menor contenido de proteínas y ácidos grasos saturados.

En cuanto a la calidad nutricional, un 68 % de los análogos se clasificaron dentro de las categorías más altas del Nutri-Score (A y B), mientras que solo el 43 % de los alimentos procesados animales obtuvieron la misma puntuación. No obstante, al analizar los productos de origen animal no procesados, un 75 % merecieron esa calificación. De hecho, el queso, la carne y el pescado se revelaron más saludables que sus alternativas vegetales.

Si nos fijamos en las valoraciones menos saludables del Nutri-Score (letras D y E), veremos que el 17 % de las alternativas vegetales, el 35 % de los procesados animales y el 13 % de los alimentos de origen animal no procesados encajan en esa categoría.

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Aunque el ultraprocesado se vista de seda…

Respecto al nivel de procesamiento, observamos una marcada diferencia: mientras que el 72 % de los productos procesados de origen animal merecen la calificación de ultraprocesados, solo el 37 % de las imitaciones vegetales reúnen los criterios para considerarlos así.

Es cierto que la industria ha intentado mejorar la calidad nutricional de los alimentos vegetales alternativos respecto a sus homólogos, pero siguen presentes en las estanterías muchos ultraprocesados, con las consecuencias que ello pueda acarrear.

Por ejemplo, aunque una hamburguesa vegetal presenta mejor perfil nutricional que la hamburguesa de carne, ambas son comidas ultraprocesadas. En cambio, si comparamos esas hamburguesas vegetales con un corte de carne fresca, las primeras presentan menos contenido de proteína y una cantidad mayor de sal y azúcar. Esto quiere decir que cualquier alternativa a la carne fresca puede ser menos saludables si es ultraprocesada.

Así pues, a la hora de elegir un producto no solo hay que tener cuenta el contenido nutricional que detalla la etiqueta, sino que también debemos examinar la lista de ingredientes –aditivos, sal y azúcar– para determinar su grado de procesamiento.

En conclusión: dado el elevado grado de procesamiento industrial y el perfil nutricional variable, las alternativas vegetales requieren una evaluación de ambas dimensiones para conocer exactamente su posible impacto sobre la salud.


(c) The Conversation / Nancy Babio, Jordi Salas-Salvadó y Sara de las Heras Delgado (Universitat Rovira i Virgili) / imagen: Wikimedia Commons

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