Las primeras escuelas para adultos se crearon en 1856 en la provincia de Buenos Aires. En tanto, en la Ciudad de Buenos Aires la primera escuela nocturna para adultos se fundó en 1859. Allí se enseñaba lectura, escritura y aritmética.
Años después, la ley 14.420 sancionada en 1884, decretó que las materias obligatorias que debían dictarse en las instituciones para adultos eran lectura, escritura, aritmética, moral, urbanidad, geografía e historia nacional y nociones sobre la Constitución Nacional.
El entonces inspector General de Escuelas de la provincia, José Berruti, fue el principal impulsor de la instalación de estas instituciones. La iniciativa continuaría cuando en 1920 se creó la figura del Inspector General de Escuelas para adultos, cargo que en ese momento fue ocupado por Enrique Codino. A partir de acá se crearon, además, las escuelas complementarias, que fueron los primeros establecimientos donde se enseñaban materias prácticas como contabilidad, dactilografía, labores y dibujo, entre otras. Luego, en 1924, éstas se fusionaron con las escuelas para adultos.
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Según la investigación "Institucionalización de la Educación de Adultos en Argentina" realizada por Silvia María Paredes y Marcel David Pochulu, Domingo Faustino Sarmiento fue el primero que dictó clases para adultos: "Ya en 1826, enseñaba a un grupo de adultos en San Francisco del Monte, San Luis".