Sacheri sobre la Moreno y Saavedra: “ellos representaban dos opciones: vamos a fondo o vamos de a poco” - Billiken
 

Sacheri sobre la Moreno y Saavedra: “ellos representaban dos opciones: vamos a fondo o vamos de a poco”

Billiken entrevistó a Eduardo Sacheri, el famoso escritor e historiador, con motivo del lanzamiento de su primer libro sobre historia argentina. En esta oportunidad conversamos sobre la década de 1810 y dos de los personajes que dirigieron la política en los comienzos de nuestro país.

Eduardo Sacheri, el gran escritor argentino que alcanzó reconocimiento internacional por el Oscar que recibió la película El secreto de sus ojos (que él escribió), tiene también una faceta que menos personas conocen: es profesor y licenciado en historia. El año pasado lanzó su primer libro sobre esta temática, llamado “Los días de la Revolución (1806 - 1820): una historia de Argentina... cuando no era Argentina”. Fuimos hasta el oeste del Gran Buenos Aires (a “su lugar en el mundo”) para entrevistarlo y hablar, entre otras cosas, sobre la Revolución de Mayo, Moreno y Saavedra.

–Algo que se ve en tu libro es que Moreno y Saavedra, que eran muy distintos, coinciden en que ambos tuvieron un lapso de operación política minúsculo. Son muy distintos a sus mitos.

Moreno y Saavedra representan dos opciones desde el principio: “vamos a fondo o vamos de a poco”. Uno es Moreno y otro es Saavedra. Y aunque ellos se eclipsen (Moreno por su muerte y Saavedra porque pierde el poder, pasa a ser mala palabra y se tiene que ir al exilio) esas posiciones de “nos quedamos tranquilos o seguimos avanzando” siguen existiendo durante varios años.

En 1815, cuando parece que la revolución va a morir y los realistas van a venir y van a masacrar a todos, Alvear (el Director Supremo) dice: “Che, icemos la bandera de España y no jodamos más”. Está en la línea de Saavedra, y por motivos muy razonables. Te puede parecer poco simpático que Alvear no vaya a fondo (tal como estaban proponiendo otros), pero también es muy entendible que el tipo diga: “mirá que nos matan a todos si no buscamos un acuerdo”. Y entonces manda embajadores a pactar una reconciliación con Fernando VII. Por lo tanto, esas posturas de los dos perduran más allá de ambos.

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Igual, lo que a mí más me gusta de todo ese mundo, y que lo pongo en el libro, es que Saavedra en la década 1820 ¡tiene un veneno el flaco! Dice: “Al final, ¿para qué hicimos lo que hicimos? No nos reconoce nadie, nos odian. Todos nuestros sueños fueron un desastre: pensamos que iba a haber una economía floreciente y rompimos todo, la guerra no la vimos venir y destrozo todo. Perdimos todo”. Y tiene razón: no hay nada festivo en la década de 1820. No hay nada que festejar. Por eso, cuando venga Rosas y diga soy “El restaurador de las leyes”, se refiere a restaurar el viejo orden. En 1820, el tiempo anterior a 1810 suena atractivo. Es mucho más atractivo el año 1800 que el año 1810. Por eso, Rosas queda investido de esa restauración. ¡Restauración!... Otra que la república.

Pero no estoy hablando solo de Rosas: estoy hablando de una sociedad harta de lo que acaba de vivir. Después sí, iremos construyendo la historia de la Revolución: el 25 de mayo de 1810, el sol del 25 viene asomando… Pero no en 1820 ni en 1830. En ese momento el saldo que sacan no es muy bueno. Y nosotros, para estudiar historia, lo único que tenemos que hacer es entender por qué. No pensar si está bien o está mal. Uno no tiene que ir a estudiar historia con un código de moral en la mano. Uno debe tener el código de moral para vivir la vida: esto está bien o está mal, hoy. Pero cuando vas a estudiar a las personas que vivieron hace 200 años, uno no va con un código de moral… ¡Cazá los libros que no muerden!

–¿Rosas hace un balance negativo del 25 de mayo? ¿O lo usa para posicionarse?

Es que no es solo Rosas: la sociedad en 1820 es un caos. Diez años de guerra civil. Vos en 1810 por lo menos tenías un virrey, ahora no tenés nada. Hay un montón de provincias sueltas que cada una hace lo que quiere. Y mientras, mal que mal, otros territorios se van organizando (Chile, Paraguay, Bolivia) esto es un caos donde no hay manera de dictar una constitución, ni de que la acepten. Los derechos de propiedad son muy discutibles. En el campo, por ejemplo, están los estancieros que los quieren hacer cumplir, y los paisanos que están acostumbrados a otra manera. Hay muchos roces.

Rosas viene a personificar lo viejo valioso, no lo nuevo. Por eso, te señalaba esto de “el Restaurador”. En el pasado hay un paraíso y él nos va a volver a conducir a ese paraíso. Pero como no se puede volver para atrás, Rosas incorporar un montón de elementos nuevos. De hecho, a Rosas lo eligen. Y Rosas tiene la precaución de hacer plebiscitos, elecciones: “Yo estoy acá porque ustedes me elijen”. Y eso es nuevo, eso es republicano, eso no estaba antes de 1810, nada de eso.

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Rosas captura esa necesidad de orden tradicional que la revolución vino a romper. Y él es muy bueno relacionando a sus enemigos con ese desorden: “Estos son los quilomberos, son lo que vienen haciendo lío desde 1810”. Pone a los unitarios (que ni siquiera son unitarios, porque para él todos los que están en su contra son unitarios) como responsables del bardo posterior a 1810. Y se identifica con el orden, con un pasado paradisíaco previo. Ya te estoy contando el segundo libro, ¡esto no puede ser! Ja ja ja.

En entregas previas hemos publicado otras partes de la charla que mantuvimos con Eduardo, donde nos adentramos en su visión sobre los sucesos del período que abarca su primer libro, sobre la argentinidad, los próceres, y el comienzo de la Argentina. Los invitamos a recorrerlas para conocer más en profundidad las ideas y opiniones de este gran escritor e historiador.

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