La Revolución de Mayo fue la sumatoria de acontecimientos que comenzaron mucho antes. En esta nota de contamos día a día qué sucedió durante la Semana de Mayo.
La Revolución de Mayo no fue un suceso que empezara y terminara el 25 de Mayo. Fue la sumatoria de acontecimientos que comenzaron mucho antes. Ya hablamos de los días previos a la Semana de Mayo. Pero durante los días inmediatamente anteriores al 25 de mayo de 1810 los acontecimientos se precipitaron. En esta nota de contamos día a día qué sucedió durante la Semana de Mayo.
El virrey Cisneros hace pública la noticia de la caída de la Junta de Sevilla a manos de los franceses. Envió pregoneros por toda la ciudad, para que anunciaran que él asumiría el poder junto a las demás autoridades del Virreinato. Pero si la Junta que había nombrado a Cisneros ya no tenía vigencia, entonces el virrey tampoco. Esa era la postura de los revolucionarios. En la noche del 18, un grupo de patriotas se reunió para discutir los pasos a seguir. Decidieron nombrar dos representantes para encarar a Cisneros.
Castelli y Rodríguez concurrieron al Fuerte para hablar con el virrey Cisneros, quien los atendió en pleno almuerzo. Los criollos le dijeron que, dada la gravedad de la situación, era necesario llamar a un Cabildo Abierto, es decir, una asamblea de vecinos para decidir qué hacer. Cisneros prometió analizar la solicitud pero, en realidad, intentaba ganar tiempo.
El síndico Leiva trató de convencer a Cisneros de la inutilidad de negar la reunión en el Cabildo, asegurándole que él iba a manejar esa situación. El virrey dudaba. Antes de decidir, llamó a los jefes militares para saber si contaba con su apoyo. Saavedra le dijo que no, porque la Junta que había designado a Cisneros ya no existía. Por la noche, Castelli y Rodríguez insistieron ante el virrey en malos términos con el pedido de la reunión. El virrey dijo que no permitiría insolencias, a lo que Rodríguez le contestó que tenía cinco minutos para decidirse. Después de ello, el representante del rey pronunció su famosa frase: “Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran”. Y convocó al Cabildo Abierto.
Los funcionarios del Cabildo demoraban el llamado a Cabildo Abierto. Entonces, para presionarlos, se hizo presente en la plaza un numeroso grupo de vecinos que se identificaban llevando en sus galeras el retrato de Fernando VII, y en sus solapas una cinta blanca. Se hacían llamar “legión infernal”, pero también se los conocía como “los chisperos”. Sus líderes eran dos militares, Domingo French y Antonio Beruti. Eran unos 600 hombres armados con pistolas y cuchillos que gritaban: “¡Cabildo abierto!”. Fue tanto el escándalo que los cabildantes llamaron de urgencia a Saavedra para calmarlos. El jefe patricio salió al balcón del Cabildo y le prometió al grupo que sus demandas serían satisfechas.
Por fin, el 22 se cumplió con la voluntad de los revolucionarios y se efectuó el Cabildo Abierto. ¿Qué era? Una gran asamblea, donde los vecinos principales de la ciudad trataban cuestiones excepcionales y muy importantes. Una reunión similar se había llevado a cabo el 14 de agosto de 1806, cuando se decidió quitarle el mando militar a Sobremonte, tras la primera invasión inglesa, y otorgárselo a Liniers. Para el 22 se imprimieron 600 invitaciones, aunque solo se repartieron 450. Y de ese número apenas asistieron 251 invitados.
El cabildo convocó solo a los “vecinos” de Buenos Aires y no a todos los habitantes de la ciudad. Los vecinos eran propietarios, tenían esclavos y buena posición social. El resto de los habitantes eran conocidos como “moradores”.
El debate duró hasta altas horas de la noche y hubo muchos oradores. Todos querían expresar su opinión, pero los argumentos principales los sostuvieron el obispo Benito Lué y Riega, el fiscal de la Real Audiencia, Manuel Villota, y los abogados criollos Juan José Castelli y Juan José Paso.
Abrió el debate el obispo Lué, quien sostuvo que la caída de la Junta Central no justificaba la remoción del virrey. Agregó que mientras hubiera un español en América, este debía asumir el mando. Le contestó Castelli que estos territorios no pertenecían a los españoles, sino a la Corona. Y que estando los reyes cautivos, no había autoridad a quien obedecer. En consecuencia, la soberanía debía regresar al pueblo.
Villota dijo que Buenos Aires no podía decidir por todo el Virreinato. Y que antes había que consultar al resto de los pueblos. Le replicó Paso diciendo que Buenos Aires, como hermana mayor, podía resolver la cuestión en ese momento tan delicado. Luego se pasó a votar las distintas propuestas, que fueron muchas. Dado lo avanzado de la hora, se dejó para el día siguiente el recuento de los sufragios.
El Cabildo contó los votos por la mañana: 162 fueron en contra de la continuidad del virrey y 64 a favor. La moción más votada fue la de Saavedra, quien propuso dejar el mando transitorio en el Cabildo. Los criollos demostraron no estar todos unidos. Coincidían en lo básico –que se fuera el virrey–, pero no en quién debía reemplazarlo. Para el jefe de los Patricios era necesario el paso intermedio del Cabildo; para Castelli, el pueblo debía elegir una nueva junta. El síndico Leiva comunicó la destitución del virrey y la formación de un nuevo gobierno... aunque colocó a Cisneros al frente del organismo.
El Cabildo aprobó la designación de una Junta de Gobierno presidida por el ex virrey Baltasar Cisneros, acompañado por los vocales Juan Nepomuceno Solá, sacerdote criollo; el comerciante José Santos Incháurregui, un vasco partidario de Martín de Álzaga, y otros dos criollos: Cornelio Saavedra y Juan José Castelli. Los cuatro habían votado en contra de la continuidad del virrey. La junta juró ese mismo día y enseguida entró en funciones. Pero los jefes revolucionarios no estaban de acuerdo con la permanencia de Cisneros, y le pidieron a Saavedra y Castelli que renunciaran, lo que hicieron sin más tardanza. El resto de los miembros, incluido el ex virrey, también renunció.
La renuncia de Cisneros se consiguió luego de que lo visitara en su residencia una delegación de patriotas, encabezada por Saavedra y Castelli. El ex virrey no tuvo más remedio que aceptar sus exigencias.
Concretadas las renuncias, el poder regresó al Cabildo, que entonces tuvo que elegir a los miembros de una nueva junta. El síndico Leiva intentó una nueva maniobra, pero sin éxito. Las autoridades del Cabildo fueron de nuevo presionadas por French y Beruti, líderes de los chisperos.
No tuvieron entonces otra salida que aceptar la nueva lista de miembros que le presentaron. Al día siguiente se formaría una junta de gobierno que quedaría en la Historia. Pero todo eso te lo contamos en la próxima nota.
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