Antes de la victoria hubo una derrota en Cotagaita, el 27 de octubre. ¡Qué mal comienzo! Sin embargo, los patriotas se recuperaron y apenas diez días después se impusieron en Suipacha. Este éxito militar tuvo un efecto multiplicador. Ni bien se supo en el Alto Perú (hoy Bolivia) de la derrota sufrida por los realistas, las ciudades de Chuquisaca y Cochabamba se levantaron en armas y adhirieron a la Junta. ¿Qué hacía allí la expedición que había salido de Buenos Aires? Buscaba la obediencia de esas provincias, que por entonces pertenecían al Virreinato del Río de la Plata. La Junta se consideraba su heredera. Al mariscal Vicente Nieto, apostado en Chuquisaca, no le gustó nada la Revolución de Mayo. Por eso, cuando se enteró, desarmó a los Patricios que estaban en esa ciudad, desterró por sospechosos a Antonio Álvarez de Arenales y Bernardo de Monteagudo, y envió una nota al virrey del Perú, José Fernando de Abascal, para que incorporase esas provincias a sus dominios. Al llegar a Potosí, Castelli hizo fusilar a los jefes realistas Nieto, Córdova y Paula Sanz, cumpliendo con las instrucciones recibidas de la Junta.
El sueldo es sagrado
Castelli, el vocal de la Junta que había ido a Córdoba para hacer fusilar a Liniers, partió al Norte con una columna secundaria. No llegó a reunirse con la tropa principal antes de Suipacha. Pero envió ayuda: 200 hombres, dos piezas de artillería, víveres... ¡y los sueldos atrasados de la tropa! ¡Grande, Juan José!