En febrero de 2025, Microsoft sorprendió al mundo con el anuncio de un nuevo hito en la computación cuántica: Majorana 1, un chip que podría cambiar para siempre la forma en la que procesamos información. Su desarrollo llevó más de 17 años y marca un punto de inflexión en la carrera tecnológica global.
El nombre del chip hace referencia a las partículas de Majorana, entidades subatómicas teóricas propuestas por el físico italiano Ettore Majorana en 1937. A diferencia de otras partículas, estas tienen una propiedad inusual: son su propia antipartícula. Y ahora, décadas después, podrían estar al centro de una revolución informática.
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¿Para qué sirve el chip Majorana 1?
El Majorana 1 no es un chip como los que conocemos en nuestros celulares o computadoras. Es un chip cuántico topológico, lo que significa que usa los principios de la física cuántica para operar de manera más eficiente y, sobre todo, más estable que los dispositivos actuales.
La gran ventaja del Majorana 1 es que reduce los errores en los cálculos cuánticos, un problema clave que limita el uso práctico de esta tecnología. Según Microsoft, el chip ya está funcionando en condiciones de laboratorio y su desempeño es prometedor.
Entre sus posibles aplicaciones se encuentran:
- Simulación de moléculas complejas para desarrollar nuevos medicamentos.
- Ciberseguridad cuántica con sistemas de encriptación prácticamente inviolables.
- Resolución de cálculos imposibles para computadoras clásicas, como modelos climáticos o físicos avanzados.
Majorana 1: el avance que entusiasma y preocupa
Aunque Microsoft celebra este avance, algunos expertos advierten sobre sus implicancias éticas y sociales. Como toda tecnología poderosa, la computación cuántica puede usarse con fines tanto positivos como perjudiciales.
Desde organizaciones que alertan sobre una posible “desigualdad tecnológica” entre países, hasta quienes temen que estos chips sean utilizados para romper sistemas de seguridad actuales, el debate ya está abierto.
Además, el acceso a esta tecnología aún está restringido a grandes corporaciones y gobiernos, lo que plantea interrogantes sobre su democratización.

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