El “ciberacoso”, también llamado “acoso virtual”, es el uso de medios digitales para hostigar a una o varias personas mediante diversos ataques, como por ejemplo, divulgación de información personal o datos falsos. Los actos de “ciberacoso” poseen unas características muy particulares: el anonimato del agresor, su velocidad y su alcance.
Tal como lo indica UNICEF en su sitio web, el “ciberacoso” puede ocurrir en las redes sociales, las plataformas de mensajería o de videojuegos y en las aplicaciones de los celulares. Se trata de un comportamiento que se repite y que busca atemorizar, hacer enojar o humillar a otras personas. El acoso cara a cara y el “ciberacoso” suelen ocurrir a la par, pero en el segundo caso queda una “huella digital” o registro que puede servir de prueba para ayudar a detener el abuso.
¿Qué hacer ante un caso de “ciberacoso”?
Según las recomendaciones de UNICEF, cuando se sufre el “ciberacoso” hay que recurrir a la ayuda de alguien de confianza, como por ejemplo, los padres, las madres o cualquier otro familiar cercano. También se puede hablar con algún maestro o profesor de la escuela. Otra opción es bloquear al acosador en las redes sociales e informar sobre su comportamiento en la plataforma en cuestión, ya que las empresas de redes sociales tienen la obligación de velar por la seguridad de sus usuarios.
UNICEF aconseja reunir pruebas, tales como mensajes de texto y capturas de pantalla de las publicaciones en las redes sociales, para mostrar lo que está ocurriendo. Si el “ciberacoso” persiste en el tiempo, es fundamental hacer una denuncia en una comisaría.
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