Las tropas inglesas pueden hacerse cargo del gobierno de Buenos Aires el 28 de junio de 1806, apenas tres días después del desembarco realizado el 25 de junio de 1806, en la zona ribereña de Quilmes, a las órdenes del Brigadier General William Beresford. Las defensas porteñas, dispuestas por el Virrey Sobremonte, fueron sobrepasadas rápidamente.
Un virrey cobarde
El Fuerte fue ocupado y la bandera británica reemplazó a la española. Además, el tesoro fue capturado a la altura de la localidad de Luján (Sobremonte siguió hasta Córdoba) y enviado a Londres. ¿Qué valor tenía? Y... mucho. Se cargó en ocho carros arrastrados por seis caballos, transportando cada uno cinco toneladas de pesos plata. Los hombres estaban avergonzados, y las mujeres, tristes y con bronca. Una de ellas les dijo a unos españoles en una taberna que le hubieran avisado que eran “tan cobardes”, así las mujeres se habrían preparado para la defensa... En el pueblo, en tanto, se cantaba por lo bajo unas rimas dedicadas al virrey, que decían: “Al primer disparo de los valientes / disparó Sobremonte con sus parientes”. Otra: “¿Ves aquel bulto lejano / que se pierde atrás del monte? / Es la carroza del miedo / con el virrey Sobremonte / La invasión de los ingleses / le dio un susto tan cabal / que buscó guarida lejos / para él y el capital”. ¡Qué ingeniosos!
¡No sirven para nada!
Oficiales españoles e ingleses muchas veces se encontraban almorzando o cenando en la fonda de los Tres Reyes, que estaba cerca del Fuerte, en la calle Santo Cristo (hoy 25 de Mayo). Allí la hija del dueño, una mujer fornida, y su empleada, solían atender de mal modo a los españoles, todavía disgustadas por lo mal que habían defendido la ciudad.
Cuarenta y seis días
Casi todos los funcionarios juraron obediencia al rey británico, Jorge III. Uno de los que no lo hicieron fue el secretario del Consulado, Manuel Belgrano, quien antes prefirió “desaparecer” en su estancia de la Banda Oriental (actual Uruguay). Mientras tanto, los invasores se daban algunos gustos, como aceptar invitaciones para ir a comer a la casa de los vecinos más ricos. Y pasear por la Alameda con las niñas más bonitas de la capital. ¿Qué era la Alameda? Un camino muy lindo rodeado por álamos, que había inaugurado el virrey Vértiz en el Bajo de la ciudad, donde hoy está la avenida Leandro N. Alem. El almirante Home Popham, que era el jefe máximo de la expedición, le escribió una carta a Francisco de Miranda donde le decía: “Mi Querido General, aquí estamos en posesión de Buenos Aires, el mejor país del mundo... me gustan los sudamericanos prodigiosamente”. ¿Sabías que la costumbre de saludarse estrechándose la mano la trajeron los ingleses? No solo eso: también la de levantar las copas para brindar y cambiar los cubiertos con cada nuevo plato.
Estaban equivocados
Los esclavos creyeron que los ingleses iban a liberarlos y algunos hasta festejaron su instalación en el gobierno. Pero el propio Beresford los desengañó enseguida: debían seguir obedeciendo a sus amos.
La reconquista
Desde Montevideo, Santiago de Liniers junto con el gobernador Pascual Ruiz Huidobro, prepara la reconquista. El 4 de agosto desembarcan en la actual localidad de Tigre y se dirigen a la ciudad de Buenos Aires, acampando en la Chacarita y en los Corrales de Miserere, donde se suman nuevos hombres a las fuerzas de la reconquista.
El día 10 de ese mismo mes, los criollos marchan hacia el viejo parque de artillería de la ciudad y el 12 logran derrotar al destacamento inglés. Desde allí avanzan hacia la Plaza Mayor, principal bastión de las fuerzas inglesas, lo que le impide a los británicos cualquier conexión militar con sus fuerzas que se encontraban en las afueras de la ciudad.
Las tropas criollas avanzaron y durante los combates, los británicos resisten desde las terrazas, pero la suerte estaba echada y el general Beresford se ve obligado a capitular ante Santiago de Liniers.