Por Mariana Weschler
Corre para la izquierda. Salta. Atrapa la moneda de oro. Rebota en un saltarín y escala cinco plataformas. Salta otra vez y… se estrella.
“¡Nos vamos!”, grita la mamá de Manu, y Manu deja su tablet. Es hora de ir a la escuela.
Entretanto, en la pantalla, pix−el cambia su característico color amarillo por violeta. Se pone de espaldas y pega puñetazos contra el borde. “¡odio perder!”. Sus compañeros de pantalla se miran intrigados. Desde que los crearon saben que lo importante no es ganar sino entrar en el juego. ¿cómo es posible que pix−el no lo aprenda?
Cuando están cargando baterías le repiten:
“Lo importante es competir”.
“No se puede ganar siempre”.
“Más practicás, mejor jugás”.
Pero pix−el no lo puede evitar.
Perder lo enfurece. Entonces la mosca, que lo molesta pero lo quiere, le muestra un cuadrito donde se suman puntos.
– ¿Ves que cada vez que alguien juega y vos te movés sumás puntos? Siempre que juegues, ¡sumás!
Pix−el se tranquiliza un poco y se amarilla. Quiere concentrarse en aprender a sumar números grandes.