En un contexto mundial de posguerra, la Ciudad de Buenos Aires comenzó a vivirse la euforia de los placeres. Para 1914 -el último censo, el próximo sería recién en 1947-, la Capital Federal contaba con alrededor de 1.575.814 ciudadanos.
En los años '20 la idea era divertirse y adoptar las nuevas modas. Se reanudaron los viajes al viejo continente en los lujosos paquebotes, mientras se reconstruían los vínculos con la lacerada Europa y los Estados Unidos.
La moda cambió, especialmente la femenina: en Europa se simplificó porque, llamados los hombres al frente, las mujeres ocuparon sus lugares de trabajo. A Argentina llegaban dichos aires revolucionarios que impactaron en los atuendos y peinados. Primero apareció la melena. Se pasó del peinado con simulacro de patillas con el rodete en la nuca, al pelo corto.
En las calles circulaban nuevos automóviles, la música de jazz acompañaba los ambientes, la casi liberación ganaba terreno velozmente. Paralelamente, aspectos oscuros, diríase siniestros, como el auge de la prostitución, formaban la contrapartida de la alegría reinante.
El cine brillaba y los teatros con actores argentinos cumplían su misión de entretener. Estos últimos debían competir con los artistas extranjeros que venían atraídos por la grandiosa Buenos Aires. Figuras nacionales marcaron la cultura popular: Blanca Podestá, Roberto Casaux, Lola Membrives, Orfilia Rico, Enrique Muiño, Elías Alippi, Paulina Singerman, Berta Singerman, Milagros de la Vega, Pierina Dealessi, Camila Quiroga, Elsa O’Connor, Lea Conti, Olinda Bozán, Enrique Serrano, Miguel Faust Rocha, María Esther Podestá, Eva Franco, Angelina Pagano, Esteban Serrador, Narciso Ibáñez Menta, entre otros.