Lectores de antes y de siempre: cuando la revista Billiken viajaba por Latinoamérica - Billiken
 

Lectores de antes y de siempre: cuando la revista Billiken viajaba por Latinoamérica

Lector de la revista Billiken en Latinoamérica
Desde Billiken, conversamos con lectores de Chile, Bolivia y Venezuela que recordaron su infancia junto a la revista. Un viaje al pasado y al futuro.
El Mundo
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A mediados del siglo pasado, cuando Billiken llevaba tres décadas circulando, sus ediciones comenzaron a llegar a todos los rincones de Latinoamérica. Tanto en las ciudades más pobladas como en los pueblos más lejanos, pequeños lectores se pasaban tardes enteras entre las páginas de la revista centenaria.

Hoy, Billiken se transformó pero mantiene su afán curioso. Y, después de un viaje en el tiempo, conocimos las experiencias de aquellos lectores de nuestro continente que recuerdan que la revista siempre estuvo presente en su infancia. Este es el testimonio de Wilmer, Elvira y José Luis, pero podría ser el de muchos más.

Salir al encuentro de Billiken

Ediciones históricas de Billiken

La primera vez que Wilmer se cruzó con Billiken fue en 1984, cuando su papá compró un ejemplar en La Quiaca (Argentina). Al ingresar de nuevo a Bolivia, recorrió la hora y media que lo separaba de su hogar en Tupiza con la revista que, desde ese momento, su hijo coleccionaría por años.

Más tarde, se sumó al paisaje un personaje muy particular: se trataba del “billikinero”, un hombre que iba de localidad en localidad en bicicleta vendiendo distintas revistas argentinas. Y entre ellas, por supuesto, se contaba Billiken.

El "billikinero" nunca llegaba a sacar el pie del pedal porque, al igual que ocurría en otros pueblos, Wilmer se lanzaba para recibir su ejemplar en movimiento. Lo importante era conseguirla, no el cómo.

A 5.700 kilómetros de allí, en el norte de Venezuela, Elvira ya era adolescente. Sin embargo, se había pasado cada domingo de los últimos diez años consultando su revista favorita. Su papá las iba a buscar a Maracay, capital del estado de Aragua, porque donde vivían no había puestos de venta. Y tampoco “billikineros”.

“Con la lectura uno puede viajar, mi papá también lo decía”, recuerda hoy de adulta. José Luis no la escucha por la distancia, pero forma parte de la conversación porque vivió lo mismo en la década de los setenta.

Él había nacido en Chile, pero de pequeño se mudó a la ciudad de Bahía Blanca (Argentina) y entre vagones de trenes leía Billiken. Después se volvió a la región de Aysén, en la patagonia chilena, y cuando pensó que sería imposible conseguir la revista, la encontró en una librería del barrio.

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Secciones favoritas, o “una puerta a otros mundos”

Lectores de Billiken con revistas viejas
Uno de nuestros lectores con su colección de revistas (izquierda) y el padre de otra lectora con un ejemplar bajo el brazo (derecho).

En los recuerdos queda lo más importante. Y aunque solo uno de ellos lo dice, todos lo piensan: “Leer Billiken hoy es como viajar en el tiempo. Agarro una, la empiezo a leer y me acuerdo de lo que hacía en esa época”.

Hoy, Elvira es docente jubilada, Wilmer es cirujano ortopédico y traumatológico, y José Luis trabaja en el ámbito público. Pero sus historias se cruzaron en cada ejemplar de Billiken, al igual que las de muchos lectores de esta nota. Entre sus secciones favoritas, se cuentan:

  • Historia argentina.
  • Historia del mundo.
  • Geografía.
  • Naturaleza.
  • Animales.
  • Juegos.

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Elvira, como alumna y docente apasionada, hizo miles de dibujos y afiches copiando las tapas de Billiken. José Luis se entretenía armando las figuras impresas y con los distintos juegos. Wilmer, por su lado, tenía una regla de oro: no podía recortar ni una figurita, porque si los recortes se perdían, su “enciclopedia de consulta” quedaba incompleta.

Lo cierto es que todos, a su manera, navegaron entre las páginas para poder descubrir, profundizar o indagar en nuevos mundos. Por eso, cada vez que Wilmer entra en confianza con alguien, adelanta una pregunta que sospecha tendrá una respuesta afirmativa: “¿Y la leías?”.

Gracias a Billiken, hoy puedo…

Decir que Billiken fue lo que marcó la diferencia sería, probablemente, injusto. Elvira, Wilmer y José Luis nacieron y crecieron en familias, épocas históricas y contextos muy distintos. Sus experiencias e infancias junto a la revista, por lo tanto, fuero distintas.

Como ocurre con cada historia de vida, no todo fue idílico. Por las distancias, los tiempos y las posibilidades económicas, la revista no llegaba siempre a manos de sus pequeños lectores. Y cuando lo hacía, muchas veces había que compartirla entre familiares y algunos fragmentos se perdían de hermano a hermano. Para cuando el más chico de la familia la recibía, la mitad de las figuritas para recortar ya no estaban.

Aún así, sus "pequeños" –ahora grandes– lectores nos cuentan que la revista marcó su pasado y su futuro. Algunos aprendieron a leer más rápido, y notaban que destacaban entre sus compañeros de primaria.

Otros aprendieron a dibujar, a colorear y sombrear. No falta quienes recuerdan con cariño los objetos que acompañaron durante años a las revistas, desde pequeños monederos hasta estampitas o medallas con próceres argentinos.

Hoy, algunos de ellos aún guardan una colección de cientos de ejemplares y de vez en cuando los consultan. Pero más allá del registro material, quedan los recuerdos de la revista que viajó por toda Latinoamérica y conectó las vidas de miles de niños y familias.

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    Vínculo copiado al portapapeles.

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