Hace casi cien años, cuando gran parte del planeta estaba en transición entre guerras mundiales, la Unión Soviética comenzó a construir miles de faros nucleares en las partes más remotas del océano Ártico.
¿El motivo? Guiar a los cientos de barcos y buques que transitaban por las costas del país, conectando los 5.600 kilómetros que separan al Mar de Bering del Mar de Kara. Sin embargo, había algo muy particular en los miles de faros nucleares soviéticos: estaban abandonados y, aún así, funcionaban por cuenta propia.
¿Cómo funcionaban los faros nucleares soviéticos?
Para la década de 1930, la mayoría de las zonas del norte de la Unión Soviética estaban deshabitadas. Pero los barcos circulaban tanto de día como de noche, y para guiarlos en su ruta nocturna, el gobierno soviético decidió construir los faros.
Como estaban a miles de kilómetros de pueblos habitados, y tampoco tenían cuidadores temporarios, estas estructuras debían funcionar de manera autónoma. Si no, no cumplían con su propósito. Por ese motivo, la Unión Soviética instaló generadores térmicos de radioisótopos (RTG) para alimentar a los miles de faros que debían permanecer encendidos durante años.
Esta fuente de energía, que era novedosa para la época, es la que también proporcionó electricidad a distintas sondas espaciales que debían funcionar por su cuenta. Para entrar en servicio, se desintegraba un material radiactivo que luego se transformaba en electricidad, generando mucho calor.
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¿Por qué los faros nucleares están abandonados?
Aunque los faros debían funcionar durante mucho tiempo sin la necesidad de intervención humana, lo cierto es que no duraron mucho. Décadas antes de la caída de la Unión Soviética, cientos de ellos habían quedado en desuso producto de:
- La falta de mantenimiento.
- El robo de distintos componentes y materiales (incluidos los que se utilizaron para la propia estructura del faro).
- Fallas en los propios generadores.
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¿Por qué los generadores térmicos eran peligrosos?
Lo que para los generadores era su fortaleza energética, significaba una debilidad en los seres humanos: la desintegración radiactiva.
Su componente principal eran fuentes radiactivas de estroncio-90, material que es de máxima peligrosidad y que, en caso de entrar en contacto con un cuerpo durante un tiempo prolongado, podía provocar el síndrome de irradiación aguda. Entre los síntomas más inmediatos están las quemaduras graves, y de tener un contacto prolongado, la persona puede morir.
Aunque no haya registro, muchos de quienes se acercaron para robar materiales se habrán llevado consigo una dosis de radiación importante. En la actualidad, se cree que todos los generadores RTG instalados ya superaron su tiempo de vida.
Sin embargo, Noruega está asistiendo a Rusia en el desmantelamiento de los últimos RTG, que pasaron de ser 651 en 2006 a 16 en 2014. Hoy, sólo quedan algunas estructuras de los misteriosos y autónomos faros nucleares abandonados.