En algunas escuelas, desde los primeros años hasta la secundaria, los espacios educativos cambian para poner el pensamiento crítico en el centro. No se trata solo de memorizar datos, sino de entrenar a los alumnos para razonar, discutir, investigar y cuestionar lo que leen o escuchan.
Lo que significa enseñar con criterio
En estas aulas, los docentes visualizan a los estudiantes como personas que pueden pensar por sí mismas. Las clases se organizan para que en lugar de repetir conceptos, los alumnos analicen, argumenten, compartan ideas y reevalúen sus propias opiniones. Así, el aprendizaje no se limita a recibir información, sino a generar preguntas, participar en debates y construir conocimiento.
El filósofo Robert Ennis aporta una definición útil: pensar de modo crítico implica reflexionar para decidir qué creer o hacer, combinando saber, hacer y ser. Esta perspectiva no solo valora el conocimiento académico, sino también el crecimiento ético y emocional. Muchos docentes adoptan el método socrático (mayéutica) para guiar a los estudiantes: no darles respuestas directas, sino plantear interrogantes que los inviten a reflexionar más allá de lo evidente.
Filosofía para los más chicos: estrategia en nivel inicial
En los cursos de nivel inicial (entre 2 y 5 años), los maestros recurren al lenguaje de los cuentos para abrir puertas hacia la reflexión. No es solo narrar para comprender, sino detener la historia para dialogar: qué harían los personajes, por qué tomaron cierta decisión y qué habría pasado si actuaban distinto. En este contexto, los niños imaginan finales alternativos, valoran decisiones y participan activamente a través de preguntas estimulantes sobre los sentimientos y las creencias.
Experimentos y noticias en primaria
En las clases de primaria se reproducen dinámicas muy diferentes. Una docente de Ciencias, por ejemplo, propone un experimento simple: coloca dos bolas similares en agua, una envuelta en papel y otra no, y pide a los alumnos que planteen hipótesis sobre por qué una flota y la otra no. Luego no solo debaten sus ideas, sino que las confrontan con teorías científicas, comprueban, reformulan y corrigen, fomentando las seis habilidades clave del pensamiento crítico: interpretar, analizar, evaluar, inferir, explicar y autorregular su reflexión.
Además, para trabajar la comprensión mediática, otro ejercicio habitual es analizar noticias: los estudiantes leen versiones distintas del mismo hecho, identifican si hay sesgos o errores, y debaten sobre qué tan verídica o parcial resulta cada versión.
Creatividad en el aula: ideas que invitan al pensamiento crítico
En etapas iniciales, se anima la creación de proyectos colaborativos como pódcasts, donde la ciencia y las creencias se cruzan y los estudiantes construyen su propio análisis. Por ejemplo, se propone debatir si una teoría científica y una postura religiosa pueden coexistir, rompimiento con la idea de que siempre deben estar en conflicto.
Drama, debate y reflexión en secundaria
En secundaria, el aula se convierte en un espacio para dramatizar, debatir y explorar posiciones divergentes. Algunas escuelas usan técnicas como el teatro foro, donde los alumnos representan conflictos reales: pueden asignarse roles (juez, acusado, defensor) y recrear juicios imaginarios. Estas dinámicas ayudan a que escuchen posturas distintas, analicen argumentos e incluso defiendan puntos de vista contrarios a los propios.
Generar preguntas que muevan para fomentar el pensamiento crítico
En todos los niveles, la clave es motivar preguntas poderosas: cuestiones éticas, sociales o políticas que no tienen respuestas simples y que requieren fundamentación. Estas discusiones promueven una educación más comprometida y responsable, en la que el diálogo y el respeto se convierten en herramientas para construir una comunidad escolar más democrática y reflexiva.
Por qué vale la pena el pensamiento crítico
Las prácticas observadas demuestran que es posible educar para el pensamiento, no solo para la repetición. Fomentar el pensamiento crítico en los más jóvenes contribuye a una ciudadanía más consciente, capaz de dialogar con argumentos sólidos y respetuosos. Estas aulas muestran que se puede enseñar de forma inclusiva, dialogante y estimulante: un modelo educativo donde los estudiantes no solo aprenden, sino que cuestionan, deciden y se transforman.
Basado en una nota de The Conversation / Reproducido bajo el formato Creative Commons / Autor de la nota original: Marta Rodríguez Pérez y Francisco José Pozuelos Estrada (Universidad de Huelva) / Imágenes: archivo personal de la autora