La pizarrita, llamada así por el material con el que estaba confeccionada, funcionó durante mucho tiempo como soporte para el aprendizaje de la escritura, hasta la llegada del cuaderno escolar.
Tal como lo indican María Cristina Linares y otros autores en “Abecedario escolar. Historia de objetos y prácticas” (2007), la pizarrita, llamada así por el material con el que estaba confeccionada, funcionó durante mucho tiempo como soporte para el aprendizaje de la escritura.
Para escribir sobre ella había que utilizar lápices especiales: los pizarrines. Los comunes eran grises, que eran duros y más resistentes. Otros, los más finos, eran los llamados “de manteca”, blancos y cilíndricos que se deslizaban suavemente. Para borrar, cada alumno estaba provisto de un frasco de alcohol.
La escritura sobre la pizarrita era tan efímera como la oralidad. Una vez que se completaba, había que borrar lo que estaba escrito, por lo que no era posible realizar relecturas o reflexiones sobre lo escrito.
El antecedente de la pizarrita manual fue una tablilla con un reborde para cubrir la superficie con cera oscura. Para escribir sobre ella se utilizaba un punzón metálico o de madera que tenía una extremidad plana para alisar y volver a escribir. Primero se enseñaba el nombre de la letra y luego su forma por escrito. Este soporte fue utilizado en la Antigua Grecia (siglo II a.C.) y su uso se expandió con los romanos. La tablilla encerada, luego convertida en pizarrita, acompañó las tradiciones medievales del mercader para aprender a leer y contar y del monje para leer y copiar. Recorrió un largo camino hasta ser utilizada para la enseñanza de la lectura, la escritura y el cálculo como saberes elementales dentro del ámbito escolar.
A fines del siglo XIX el uso de la pizarrita comenzó a ser criticado por razones de higiene y por los beneficios didácticos para aprender a escribir que los cuadernos brindaban. Pero la producción de papel para cuadernos no se realizaba en Argentina porque sus costos eran demasiado altos como para ser utilizados para la primera enseñanza.
Aunque en el año 1925 se prohibió su uso en las escuelas de Capital Federal, y un tiempo después en algunas provincias, la pizarrita se siguió utilizando –aunque con madera común– hasta la década de 1950. Esto demuestra que los usos no hacían caso de las recomendaciones y/o prohibiciones, sino que hacían frente a las necesidades y posibilidades de los estudiantes.
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