En esta nota te contamos cómo se festejó en Tucumán. Ahora hablaremos de las celebraciones en Buenos Aires.
La fiesta comenzó a las nueve de la mañana, con las salvas de artillería disparadas por los cañones de la Fortaleza y de los barcos anclados frente al Puerto. ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
La Plaza de la Victoria, frente al Cabildo, fue el centro de los festejos. A propósito: el Cabildo estaba pintado de blanco desde la torre hasta abajo, salpicado aquí y allá con toques de color celeste. También fue adornada la Pirámide. Para celebrar, la rodearon de bastidores celestes imitando el mármol, con sus cuatro ángulos adornados con banderas. Y un poco más allá colocaron seis pirámides pequeñas, cuatro jarrones enormes y las estatuas de algunos dioses griegos.
Entre el Cabildo y la Pirámide se levantó un tablado, sobre el que se desarrolló la ceremonia principal de la jura, con la presencia de las autoridades y las corporaciones del Estado.
Los niños fueron grandes animadores de los festejos. Los escolares soltaron palomas blancas con lazos azules y tarjetas que proclamaban la justicia. Otros chicos, los de los barrios, desfilaron en carros. Los de la zona Norte vestidos de blanco, con detalles de color celeste. Los del Sur, vestidos de indios peruanos. Delante de cada carro marchaba una banda.
Pero que coqueto…
Pero no todo era pintura nueva para el Cabildo. El balcón lucía paños de seda celeste y blanca, y en el centro del arco principal, rodeada de terciopelo y borlas de oro, flameaba la bandera celeste y blanca.
