Desde el año 2010 los suscriptores de servicios streaming han aumentado exponencialmente, mientras que el número de espectadores de las salas de cine ha ido disminuyendo. El cine es uno de los sectores en los que el futuro es una incógnita.
El epicentro del negocio de la exhibición cinematográfica es reunir a un grupo de personas en una sala de cine donde se exhibe un producto audiovisual. Allí se proyectan, sobre una gran pantalla blanca, unas imágenes que cuentan historias. El público acude para disfrutar de las emociones que despiertan esas imágenes.
Si se considera que ver una película en cualquier soporte es cine, hoy se visiona mucho más cine que nunca. Esto es posible gracias a la televisión y al resto de las llamadas ventanas de exhibición. Este sistema de ventanas se implementó como fórmula para que una misma película no compitiera contra ella misma en los diferentes canales de distribución. Pero como los plazos de exclusividad entre las diferentes ventanas cada vez se acortan más, las salas de cine están viviendo unos momentos convulsos.
Es decir, la salud del cine es excelente. Pero ¿la de las salas?
Actualmente los cines no son el único lugar donde se puede visualizar una película. Podemos verla en una sala el día del estreno, o bien esperar a verla a que este disponible en plataformas de streaming. Es la novedad de las películas lo que permite arrancar al espectador de la comodidad que tiene en casa y hacerle pagar una entrada de cine.
Los cines se ven amenazados una vez más por la competencia externa y la innovación, debido al aumento de la popularidad de los distintos y novedosos canales de transmisión de contenido. Estas nuevas formas de consumo se han colado en el sector de la exhibición cinematográfica y su impacto genera importantes cambios en este sector.
Las plataformas de transmisión de vídeo son actualmente más fuertes, atractivas y tienen mayor capacidad de interpelar a un público cada vez más heterogéneo. La distribución digital puede convertirse en una nueva herramienta para monopolizar el mercado mundial.
Desde el año 2010, los suscriptores de servicios streaming han aumentado exponencialmente, mientras que los espectadores de las salas de cine han disminuido considerablemente. El cine es uno de los sectores en los que el futuro es una incógnita. Algunos apuntan hacia cambios en la industria y otros vaticinan el fin de las salas de exhibición.
El empresario de la exhibición cinematográfica no puede influir en la producción de las películas. Sin embargo, sí puede contribuir a que los espectadores las disfruten ofreciéndoles la mejor calidad en el servicio.
Con esta finalidad, y para diferenciarse del resto de ventanas, los exhibidores se han visto obligados a atraer al espectador ofreciéndole una experiencia realmente superior a un precio razonable.
En esta dirección, algunos cines tienen en cartera una diversidad de opciones: pantallas de gran formato, butacas premium, salas 3D, salas 4DX que gozan de un sofisticado sistema de tecnologías, asociando movimiento de las butacas con efectos especiales, salas que presentan películas con pantallas expandidas a las paredes laterales de un cine –como screen X o Ice Inmersive®–.
Los resultados de la recaudación de taquilla en España muestran y refuerzan la teoría de que, si no hay estrenos de películas, los espectadores no acuden a las salas de cine. Durante la pandemia y pospandemia se estrenaron pocas películas. Según datos extraídos del ICAA, bastantes se estrenaron en plataformas pero no en los cines. Si no hay estrenos en salas, la gente no acude.
Acabamos de realizar una investigación, cuyos resultados se publicarán próximamente, para averiguar qué factores determinan la asistencia al cine. Realizamos un cuestionario a casi doscientos espectadores de España para preguntarles si preferían ver películas en las plataformas de suscripción o en el cine, y si consideraban las plataformas complementarias o sustitutivas de las salas de cine.
Entre los resultados, descubrimos que un 73 % de los encuestados de entre 16 y 25 años consideraban preferible visualizar una película mediante plataforma de suscripción, seguidos por las personas entre 36 y 50 años (un 70 % optaba por esa opción), las de 26 a 35 años (un 64 %) y, finalmente, los mayores de 50 años, que solo marcaban esa opción como favorita en un 44 % de los casos.
Al preguntar a los espectadores si consideraban que las plataformas podían ser sustitutivas de las salas de cine, un 62 % de los mayores de 36 años no las consideraban sustitutivas, mientras que un 54 % de los de 26 a 35 años y un 64 % de los de 16 a 25 años sí pensaban que podían reemplazarlas.
En cuanto a si las plataformas pueden ser complementarias de la experiencia en salas, en general casi todos los grupos de edad rondaban el 30-40 % a la hora de afirmar que sí eran complementarias (un 41% los mayores de 50, un 35 % los de 36 a 50, un 27 % los de 26 a 35 y un 37 % los de 16 a 25).
Esto demuestra que, en general, a los mayores de 36 años la fórmula de las plataformas les parece complementaria pero no sustitutiva de las clásicas salas de cine. Sin embargo, los más jóvenes apuestan por las plataformas como primera opción.
En el futuro, los espectadores se diversificarán con las diferentes ofertas de ventanas de exhibición, habrá público para todas y no es de extrañar que las grandes productoras, las majors, hayan decidido apostar por las plataformas: su finalidad es obtener el máximo rendimiento de una película.
(c) The Conversation / Marta Batlle Beltrán y Manuel Mateo Doll (Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech)
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