Ante la segura reacción de España, la Junta también tomó medidas en el ámbito militar. Algunas de ellas fueron la creación de la primera escuadrilla naval y de una fábrica de pólvora en Córdoba; la fabricación de fusiles en Buenos Aires y Tucumán; y el envío de expediciones militares a Paraguay, al Alto Perú, y a la Banda Oriental con el objetivo de llevar los ideales revolucionarios al resto del territorio. La mayor parte de las provincias apoyaron la Revolución, con la excepción de Córdoba. Pero tanto el Alto Perú (lo que hoy es Bolivia y el sur de Perú), Paraguay y la Banda Oriental (actual Uruguay), seguían siendo fuertes bastiones realistas, más allá de que hubiese muchos criollos que comulgaban con las ideas revolucionarias.

El norte era una amenaza ya que desde allí los españoles podían lanzar una ofensiva. Para proteger esa frontera, se realizaron tres campañas militares que tuvieron éxitos iniciales, pero culminaron en fracaso. La primera estuvo al mando de Antonio González Balcarce. La Guerra de la Independencia comenzó con el bautismo de fuego de las tropas en el combate de Cotagaita, el 27 de octubre de 1810, que resultó en derrota. El primer triunfo de las armas revolucionarias tendría lugar poco después, el 7 de noviembre, en la batalla de Suipacha.

¿Sabías que en Córdoba hubo una contrarrevolución? Sí, allí se produjo por parte de quienes no aceptaban la autoridad de la Junta. La comandaba Santiago de Liniers, el ex virrey y héroe durante las Invasiones Inglesas. Los rebeldes fueron vencidos por las tropas patriotas al mando de Francisco Ortiz de Ocampo.