Alejandra Pizarnik fue una de las grandes escritoras y poetas de Argentina. Un 25 de septiembre de 1972, a los tan solo 36 años, se quitó la vida. Pero, a pesar de su corta estadía en este mundo, ha dejado una obra plagada de sensibilidad y misterios.
Pizarnik fue dueña de un estilo surrealista y muy propio. Además de escritora y poeta, fue traductora y una gran crítica literaria. Asimismo, dejó una gran cantidad de diarios sumamente interesantes. Sus escritos están llenos de imágenes poderosas.
Nació el 29 de abril de 1936 en el seno de una familia de inmigrantes rusos-judíos. Pasó por varias carreras, entre ellas, Filosofía, Letras y Periodismo, pero no terminó ninguna. Hacia el año 1960 viajó a París, donde estudió y trabajó para algunas revistas, diarios y editoriales como escritora y traductora. Fue allí que conoció a Julio Cortázar, con quien entabló una gran amistad, como así también con el poeta mexicano Octavio Paz. También conoció a Simone de Beauvoir y Marguerite Duras.
Cuatro años después regresó a Argentina y publicó algunas de sus obras más destacadas, entre las cuales se encuentran: "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de locura" y "El infierno musical". En este país conoció a Silvina Ocampo, quien también se convirtió en su amiga.
Según distintas fuentes consultadas, la infancia de Alejandra no fue fácil. Sus padres la comparaban constantemente con su hermana mayor, sufrió asma nervioso y vivía acomplejada por no ser delgada. A esto se le sumaban las noticias de la segunda Guerra Mundial que su familía recibía desde la distancia.
En 1968 obtuvo la Beca Guggenheim y viajó a Nueva York, ciudad sobre la cual escribió lo siguiente en su diario: “Mi miedo en N.Y. se vuelve extraño por estar mezclado con el desprecio. Pocas veces he sentido tamaño desprecio por un conjunto humano, por una ciudad. Por eso que constituye el ritmo de una ciudad".
Además, publicó "Extracción de la piedra de locura" (compuesto por poemas en prosa). En 1969, publicó "Nombres y figuras", y reversionó la novela "La condesa sangrienta" (1971). Ese mismo año publicó también el poemario "El infierno musical" y ganó la Beca Fullbright.
A lo largo de su vida, atravesó distintos episodios de depresión. Sus últimos años estuvieron marcados por serias crisis depresivas que la llevaron a intentar suicidarse en varias ocasiones. Pasó sus últimos meses internada en un centro psiquiátrico bonaerense. El 25 de septiembre de 1972, en el transcurso de un fin de semana de permiso que pasó en su casa, terminó con su vida con una sobredosis de secobarbital.