A una semana del aniversario del fallecimiento del General San Martín, Billiken habló en exclusiva con él.
El interés de comenzar a trabajar artísticamente sobre retratos de personas se me despertó hace ya unos 10 años. Me parecía que cuando uno observaba un retrato de alguien su expresión nos invitaba a viajar hacia su vida y a hacia su personalidad.
Y no hace falta que sea una pintura. A veces sucede cuando estamos en un bar o caminado por la vereda que vemos y nos quedamos recordando esa última imagen de una persona y nos preguntamos por qué llevaba tal atuendo, por qué hizo ese gesto o por qué parecía tan preocupado. Eso me empezó a obsesionar con los rostros.
Luego me di cuenta de que si todos o casi todos tenemos información nutrida de la persona retratada, ese viaje es aún más rico porque iremos imaginando exponencialmente cada detalle: su mentalidad, sus principios y los valores que supo dejarnos a largo de su vida. Elegí a San Martín, porque consideré que era el referente. Yo le digo "Sembrador", es el número uno para mi.
Conocimientos históricos pocos. No soy historiador pero cuando me meto con un determinado trabajo que verdaderamente me interesa trato de llegar y conocer la historia y el perfil de con quien voy a trabajar. Además, en muy poco tiempo logré contactarme con historiadores expertos en la materia. Conocimientos técnicos creo que tenía muchos y, como todo, los fui perfeccionando.
Las fuentes fueron varias. Al leer "La voz del gran Jefe" de Felipe Pigna encontré un identikit muy sencillo que me daba cierta orientación. Luego, el profesor de historia Eduardo Javier Osuna Mundani, me compartió testimonios de sus contemporáneos, como por ejemplo Felix Frías, Alberdi, Jerónimo Espejo.
Este último fue quien mejor lo describió con detalles que no habíamos visto: con pelo corto y recio porque estaba en campaña, tez bien morena, cejas muy pobladas y renegridas. Además, el detalle de la herida en la mejilla izquierda, provocada por la bayoneta de un Realista en el Combate de San Lorenzo.
Pero lo más valioso fue el tan mencionado "Daguerrotipo" ya que primero realicé un primer trabajo derivado de las pinturas más avaladas y reconocidas pero luego puse todo mi potencial a reconstruir el Daguerrotipo, tomado en París en 1848. Me pareció que contra esa fotografía no existía margen de error, solo había que lograr empatarlo. Del Daguerrotipo pude comenzar a reconstruir en "retrospectiva" los retratos hasta llegar a su infancia.
Aprendí a que siempre debemos dedicarnos, en la medida de lo posible, a hacer aquello que tanto nos gusta. Si hacemos eso que tanto nos gusta, lo haremos bien, pero lo más importante es que seremos felices todo el tiempo. Nada nuevo, pero a veces cuesta llevarlo a la práctica. Uno se va enredando y hay que tratar de ir afinando el lápiz.
Reconstrucción, foto montaje o ensamblaje digital, ilustración, clonación o deformación de fotografías de personas reales sobre uno de los programas más profesionales: Adobe Photoshop.
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