Si hay un pueblo originario que es símbolo de la resistencia contra la dominación española, son los Quilmes o Kilmes. Durante siglos, habitaron las tierras de los valles Calchaquíes, en las actuales provincias de Salta, Tucumán y Catamarca.
A fines del siglo XVII, luego de más de un siglo de luchar contra los colonizadores, la mayoría fue obligado a trasladarse a Buenos Aires. En la actualidad, esa provincia cuenta con el Partido de Quilmes y la ciudad homónima, regiones donde se asentó el pueblo originario de los Calchaquíes.
Los Quilmes, agricultores y alfareros que resistieron ante más de un invasor
Los primeros registros que se tienen de los Quilmes datan, aproximadamente, del año 800 d. C. Eran uno de los tantos pueblos de la etnia calchaquí o diaguita, y llegaron a tener un gran desarrollo económico y social durante siete siglos.
Llegaron a ser más de 15.000 habitantes en su momento de mayor crecimiento, repartidos en las zonas urbanas más pobladas y las aledañas. Mantuvieron contacto con los incas, que intentaron invadirlos en determinadas ocasiones pero no lo consiguieron.
Sin embargo, los Kilmes adoptaron el idioma quechua de ese pueblo originario además del propio, que era hablado por todos los diaguitas: el kakán. Principalmente, se destacaban por ser alfareros y agricultores que:
- Fabricaban vasijas y otros elementos con cerámica.
- Cultivaban zapallo, porotos y maíz en terrazas.
- Obtenían carne y lana de animales distintos, como guanacos o llamas.
- Comerciaban con otros pueblos, incluidos los españoles cuando recién habían llegado al continente.
- Sabían utilizar oro, plata y cobre.
- Se organizaban jerárquicamente: el cacique y su familia, un consejo religioso, grupos por oficio o función.
- Creían y adoraban a la Pachamama, al igual que muchos pueblos del norte.
Su nombre, tomado de la palabra quechua "kilme", significa "fortificado" o "cerrado", en alusión a la región donde habitaban. De hecho, esas fortificaciones que armaron en las laderas de las montañas les permitieron resistir durante décadas.
El exilio forzoso: de Tucumán a Buenos Aires
Los españoles, en su llegada al norte de la actual Argentina, trajeron al continente más que el ímpetu colonizador. Con ellos venía su religión católica y distintas enfermedades, que se impusieron a muchos pueblos originarios.
Los Kilmes, en sus primeros contactos con los españoles, intercambiaban productos de alfarería, minerales como oro o plata, y otras confecciones propias. Con el tiempo, sin embargo, el afán invasor de los europeos se hizo evidente. Durante más de un siglo, el pueblo de la etnia calchaquí resistió hasta que las tropas del gobernador Alonso Mercado y Villacorta los doblegó entre 1666 y 1667.
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Más de 2.000 quilmes fueron obligados a emigrar a Buenos Aires, y tuvieron que recorrer los 1.500 kilómetros que separan ambos puntos a pie. En el camino, la fatiga, el hambre y las enfermedades de los europeos hicieron que muy pocos kilmes llegaran al Río de la Plata. Los que quedaron en Tucumán fueron esclavizados para trabajar en distintas plantaciones, y muy pocos se escaparon.
Ruinas de los Quilmes
En la actualidad, hay una comunidad que aún habita los valles Calchaquíes y mantiene viva la cultura e historia de uno de los pueblos más resistentes. Sin embargo, a mitades del siglo pasado se relevó una parte de los viejos asentamientos.
Hoy en día, es posible visitar el yacimiento en el cerro Alto del Rey para conocer las distintas construcciones de los Quilmes y su historia. Además, hay exhibiciones de armas, vestimentas, artesanías y otros elementos de la etnia calchaquí.