Una de las cuatro terminales ferroviarias más importantes de la Ciudad de Buenos Aires es la Estación Once. La misma comenzó en un sencillo edificio de madera y por la gran demanda y rápido aumento de la densidad poblacional fue creciendo en importancia y estructura.
La historia de Estación Once
En 1871, Argentina abrió su primera oficina de migraciones en Amberes para ofrecerle a belgas, holandeses y franceses que vengan hacia nuestro país. Entre 1846 y 1932, se estima que llegaron unos 6405 desde Holanda.
Muchos de los que arribaron se asentaron en el interior de la provincia de Buenos Aires. Tres Arroyos, San Cayetano y 9 de Julio fueron los destinos más elegidos. Los primeros en llegar fueron los pertenecientes a la elite de profesionales.
John Doyer, el arquitecto que diseñó los planos para construir la Estación Ferroviaria de Once, fue uno de ellos. Con un estilo neorrenacentista, su proyecto se llevó a cabo entre 1895 y 1898.
Cuando en 2021 se decidió que la Estación Once sea un Monumento Histórico Nacional, se publicó un decreto con un fragmento que describió cómo era la estación en aquel entonces.
"Constaba de un volumen compacto, de planta baja y dos niveles, con dos fachadas iguales, una hacia la Avenida Pueyrredón, donde se localizaba el acceso principal y la otra sobre la Plaza Miserere, con un acceso de menor envergadura. En su interior, naves metálicas con ventilaciones e iluminación vidriada cubrían los andenes".
En 1972, la demanda del servicio y la cantidad de pasajeros habían aumentado. Por lo tanto, el edificio sufrió reformas modernas tanto en el hall central como en su exterior que estuvieron a cargo de arquitectos argentinos.
El aporte de la comunidad holandesa en Argentina no terminó con la Estación Once. También fueron ellos quienes construyeron el Pabellón Central de la Sociedad Rural y la sede del Club Español.