El acoso escolar es el principal problema de convivencia al que se enfrentan los escolares. No es un fenómeno aislado, sino que tiene una presencia manifiesta en un gran número de centros escolares. En este sentido, son muchas las iniciativas que se llevan a cabo desde los centros escolares para su prevención y detección, recogidas en documentos institucionales o en documentos legales como los protocolos de actuación ante casos de acoso escolar.
Sin embargo, las prevalencias de este fenómeno no disminuyen al ritmo deseable y miles de niños se ven inmiscuidos a diario en estas dinámicas tan dolorosas, frente a la impotencia de la sociedad. Por tanto, progenitores y expertos en el área se siguen preguntando: ¿qué se puede mejorar para combatirlo?
Prevenir desde los primeros años acoso escolar
Una de las claves para atajar la lacra del acoso escolar radica en la prevención. En este sentido, sería conveniente comenzar a abordarlo desde la etapa de Educación Infantil.
Esto se puede hacer a través del desarrollo de programas grupales que favorezcan la convivencia y la resolución pacífica de los conflictos, promoviendo valores como el respeto, la tolerancia, la igualdad y la solidaridad.
Detectar a tiempo acoso
La detección precoz del acoso escolar es otro aspecto clave, ya que puede determinar tanto el grado de sufrimiento del menor, extendido más o menos en el tiempo, como las consecuencias a corto, medio y largo plazo que acarrea ser víctima de acoso escolar.
Esto es difícil ya que la violencia entre iguales se manifiesta de forma soterrada y lejos de la presencia de adultos. Además, muchas de las víctimas no relatan lo que les está sucediendo, pudiendo presentar sentimientos de culpabilidad y vergüenza, llegando a creerse merecedores de los ataques. Por tanto, sería pertinente la realización masiva y general de diagnósticos de acoso escolar a nivel regional o de centro.
En esta tesitura, de acuerdo con la Guía de actuación contra el acoso escolar en centros educativos española, presentamos un listado de indicadores que pueden revelar la presencia de una situación de acoso en el menor:
- Incremento súbito de las faltas de asistencia y negativa a asistir al centro escolar.
- Descenso drástico del rendimiento académico.
- Ausencia o pérdida de amigos y aislamiento.
- Problemas de concentración y atención.
- Cambios en el carácter: ansiedad, mutismo, tristeza, irritabilidad, introversión, agresividad y conductas autolesivas.
- Somatizaciones: dolores de cabeza, molestias gastrointestinales, opresión en el pecho, taquicardia, etc.
- Alteraciones del apetito o del sueño.
- Abandono o pérdida de aficiones.
- Moratones, roturas de ropa y desaparición de trabajos o material escolar.
- Búsqueda prioritaria de los docentes cuando hay recreo o educación física.
Un problema de salud pública
Tal es la gravedad de esta manifestación de la violencia intencionada y mantenida en el tiempo, que ha dejado de ser un problema exclusivamente escolar para convertirse en un problema psicosocial y de salud pública que puede afectar gravemente la calidad de vida de los menores, con implicaciones en los planos escolar, social y psicológico.
La irrupción de las nuevas tecnologías en nuestra sociedad y el libre y temprano acceso a ellas por parte de los menores ha precipitado la extensión del acoso escolar más allá de los muros físicos y temporales de los centros escolares, colándose, por medio de los dispositivos electrónicos, en los hogares.
Esta prolongación del acoso escolar, denominada ciberacoso, supone una frecuencia ininterrumpida y constante de los ataques, y que, en muchas ocasiones, se presenta de forma comórbida con el acoso escolar. Además, es una forma de violencia que permite el anonimato del agresor y tiene una amplia difusión, pues, generalmente, los ataques quedan grabados en el ciberespacio para siempre.
Las familias, antentas
En este sentido, el rol de la familia es crucial de cara a la prevención y detección precoz del ciberacoso, ya que, a diferencia del acoso escolar, las situaciones de ciberacoso suelen ocurrir mientras el menor se encuentra fuera del centro escolar. A continuación, se proponen una serie de medidas para familias, que pueden ayudar a prevenir y detectar de manera incipiente el ciberacoso:
- Se recomienda a los progenitores llevar a cabo una adecuada mediación parental online, con la que abordar con sus hijos los riesgos de internet, así como establecer límites en su uso.
- Generar un ambiente de confianza y seguridad en el que los hijos puedan exteriorizar dudas o preocupaciones sobre lo que ocurre en el ciberespacio.
- Fomentar el uso de los dispositivos electrónicos en las zonas comunes de la vivienda (especialmente cuando se trata de niños y niñas de edades tempranas).
- Estar especialmente alerta si el menor ha sufrido o está sufriendo acoso escolar en el centro.
- Analizar cambios en el uso del móvil, como aumento o disminución del tiempo de conexión, consultas frecuentes y compulsivas, abandonarlo o dejarlo apagado o en modo avión largos periodos.
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(c) The Conversation / Adoración Díaz López (Universidad Internacional de La Rioja ) y Marta Francés-Negro (Universidad de Burgos) / imagen: Freepik