Por un lado, aparece como el impulsor de la educación en Argentina. Por el otro, como un exponente de las ideas más reaccionarias de la época. Más allá de esto, lo cierto es que es inevitable mirar al pasado desde los ojos del presente. Por eso, Billiken dialogó con Nicolás Ferraro, profesor de historia graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Se acerca el 11 de septiembre, aniversario del denominado “padre del aula”, y las controversias y polémicas en torno a Domingo Faustino Sarmiento no dejan de aparecer. A 133 años de su fallecimiento, su figura sigue siendo objeto de intensos y acalorados debates. De un lado, están quienes lo ven como el impulsor de la educación en Argentina. Del otro, quienes lo consideran un exponente del racismo y la discriminación contra los pueblos originarios. Más allá de esto, lo cierto es que es inevitable mirar al pasado desde los ojos del presente y eso probablemente dificulte entender en toda su complejidad a los personajes que han pasado a la historia.
Para profundizar la comprensión de la figura de Sarmiento y de los debates que genera, Billiken dialogó con Nicolás Ferraro, profesor de historia graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), con más de diez años de experiencia como docente en nivel medio y superior.
Tiene que ver con dos variables. Una es que el mismo Sarmiento hizo todo lo posible para generar controversia. Era un intelectual del siglo XIX, de esos intelectuales que desarrollan su pensamiento políticamente. Y Sarmiento nunca tuvo problema en exponerse porque estaba muy convencido. Abundan frases polémicas de Sarmiento para citar. Era también la forma en la que se expresaban en ese momento. Hoy los dirigentes políticos cuidan su imagen, en ese momento eso no existía, las ideas estaban por encima de cualquier cuestión de imagen, de estética o de refinamiento discursivo. Ese es un motivo.
Y el otro es la manipulación de la imagen de Sarmiento en el siglo XX por parte de distintos proyectos políticos, donde su figura ingresa a una controversia diferente a la que él mantuvo en su momento. Desde el espectro liberal conservador se endiosa la figura de Sarmiento de una manera hipócrita, sobretodo en el aspecto educativo.
Definitivamente. A lo largo del siglo XX, el Estado liberal realizó una construcción de la figura de Sarmiento como el gran impulsor de la educación argentina pero de una manera que no destaca lo mejor: se hace de Sarmiento una especie de héroe de bronce que estableció una educación desde el punto de vista del orden. Es una visión muy conservadora de la educación y eso es lo que Sarmiento no tuvo.
Para su época, Sarmiento tuvo una visión sumamente popular de la educación que contemplaba un montón de aspectos, incluso cómo había que enseñar el lenguaje y que había que hacerle modificaciones para poder alfabetizar a la mayoría de la población. Además, planteaba que la educación era el medio para transformar la sociedad y generar progreso. Para ese momento, eso era progresista. Sin embargo, los que enaltecen la figura de Sarmiento no lo muestran así. Lo que hacen es apropiarse de Sarmiento para defender una visión de la educación como factor de orden.
Las dos cuestiones. Hay una intencionalidad de ciertos sectores de hacer de la educación un elemento de conservación del orden social, sin cuestionamiento, y de recuperar la educación como un elemento para legitimar al Estado y al orden social tal como son. Después hay cuestiones de coyuntura que tienen que ver con el proceso de deterioro de la educación en los últimos cuarenta años. Y hay un proceso más amplio de desintegración social.
Sí. Efectivamente es así. Ahí es donde uno ve que Sarmiento era un intelectual de su tiempo, estaba situado en un contexto determinado de producción de ideas. Además, su pensamiento va teniendo una cierta evolución. “Civilización y barbarie” eran los dos aspectos de la sociedad rioplatense, dos aspectos que podían tener valoraciones positivas o negativas. Era mucho más ambiguo de lo que se ha solido ver.
Pero en sus últimos años ha escrito obras como “Conflicto y armonía de las razas en América” donde ahí Sarmiento está acercándose mas a las posturas del darwinismo social, a una sociología biologicista. Sarmiento tiene una evolución en ese sentido. Y es la contradicción que tiene el liberalismo conservador de la segunda mitad del siglo XIX, en el cual hay una herencia de la ilustración donde el conocimiento es transformador, pero también donde el progreso tiene que avanzar sobre lo que existe. Hay que remover los obstáculos porque, de lo contrario, son una traba a ese progreso, que además tiene que ser acelerado porque nuestra sociedad está atrasada. Ahí es donde se toman medidas de orden político más draconianas para ayudar a ese progreso. Así es como resuelven esa contradicción.
Hay algo que uno puede ver también en otro intelectual como Alberdi, fundador del proyecto liberal. Ellos no eran intelectuales aislados del proceso histórico, sino que participaban en él. En "Civilización y barbarie" hay un rescate de la figura de Rosas como un factor de unidad pero bajo el régimen tirano.
Eran intelectuales que hacían política, querían transformar la realidad radicalmente. Pero sabían que, para poder hacerlo, el punto de partida era lo que existía. Entonces tenían que ver cuáles eran los fundamentos preexistentes de ese proyecto. ¿Qué les dejó Rosas que pudiera rescatarse? Un principio de unidad. Construir un Estado liberal con un régimen constitucional era mucho más posible que antes de que estuviera Rosas, cuando lo que había era anarquía. Rosas terminó con la anarquía, pero extendió la tiranía. Entonces, lo que tenemos que hacer es tomar esa unidad que generó la tiranía, eliminarla y restablecer la libertad. Esa es un ejemplo de esa práctica intelectual y política que tenían figuras como Sarmiento.
La construcción de los próceres en el siglo XX estuvo bastante atravesada por el peso que tuvieron las fuerzas armadas en la política. San Martín, Belgrano, Sarmiento, fueron construidos como parte de ese panteón de héroes del Estado liberal. Después las dictaduras pusieron su impronta. Pero es cierto que haber participado en las guerras de la independencia asignaba otro valor.
Las grandes frases que han quedado de San Martín o Belgrano, recogidas de sus cartas o documentos, no daban demasiado lugar al debate. En cambio, Sarmiento siempre tuvo una postura mucho mas agresiva y abierta al debate, había sido más osado en sus dichos. Y tiene una obra muy frondosa. Por lo que fue objeto de constantes revisiones a lo largo del tiempo y lo seguirá siendo. Fue el único intelectual en la historia argentina que logró la jerarquía de presidente.
Todas las preguntas que le hacemos al pasado, las hacemos desde las preocupaciones del presente. Incluso pensando en el futuro. Hoy, es inevitable revisar a Sarmiento cuando nuestro sistema educativo (que sigue siendo un motivo de orgullo) se encuentra hace décadas con una serie de problemas estructurales. Los cambios quizá no han sido los adecuados para adaptarse a los nuevos tiempos y es inevitable volver a los fundadores para pensar esa crisis, las alternativas de solución y cuál debería ser el espíritu de esos cambios. Pero ahí empieza la guerra de interpretaciones y está el Sarmiento cuya figura puede ser interpretada para una educación en clave de orden y los que van a ver en él a la educación pública y laica para el progreso de la sociedad. Está bien que podamos discutir las figuras.
La presidencia de Sarmiento se da en una situación de equilibrio de fuerzas entre distintas facciones de lo que era la oligarquía argentina, donde Sarmiento aparecía como una opción superadora porque era un intelectual independiente a nivel partidario. Pero el resto del personal político que lo acompañó tuvo plena continuidad con la gestión anterior. Y Sarmiento siguió los lineamientos generales de lo que fue la dominación oligárquica en Argentina. Eso es incuestionable. Lo que no quiere decir que él se haya llevado siempre bien con todos los aspectos de esa política.
Él tenia una visión sobre el campo argentino distinta a la opinión mayoritaria de la dirigencia política. En el momento en que todos miraban a Europa y defendían la gran propiedad territorial en el agro, Sarmiento miraba hacia los Estados Unidos como una nación con una clase media rural progresiva. Y él quería que Argentina siguiera ese curso, lo que era el modelo farmer: pequeños y medianos propietarios que formaran comunidades en el interior del país con una vida institucional y una sociedad civil muy rica con la educación como pilar.
Sí, absolutamente. A lo largo del siglo XX, la intelectualidad liberal conservadora construyó un corpus de ideas que de alguna manera nace en “Civilización y barbarie”, en “Las bases” de Alberdi y en las historias de Mitre. El discurso de los padres fundadores de la Argentina liberal que establece los lineamientos de un proyecto de nación, subsiste hasta el día de hoy.
Pero el proceso histórico se desarrolla y hay nuevos contextos, interpretaciones, revisiones y a veces cierta degradación de las ideas. Hubo una reducción y una distorsión de las ideas de Sarmiento. “Civilización y barbarie” es un texto que tiene muchos matices y una gran riqueza en el análisis de lo que existía, que para él era un punto de partida que era ineludible. En cambio, los que hay se reivindican sarmientinos tienen una visión mucho más excluyente de lo que hay que hacer.
Del lado del espectro más nacional popular, hay que aprender de quienes pudieron revisar la figura de Sarmiento en toda su complejidad pudiendo ver su estatura intelectual, su nivel para intervenir políticamente, su compromiso, su capacidad para pensar una nación en términos liberales que tuvo sus aspectos progresistas. Creo que demonizar a Sarmiento porque es el padre fundador de un proyecto que hoy tiene representantes muy degradados no tiene que llevarnos a despreciar y tirar a la basura a una figura que tiene que seguir siendo leída y debatida.
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