Fueron claves para la historia y desarrollo de nuestro país.
Juana Manso, Sara Eccleston y Rosario Vera Peñaloza fueron pioneras que transformaron la educación argentina. A continuación, te contamos el aporte de cada una de ellas.
Sara Chamberlain Eccleston fue la pionera en la profesionalización de las maestras jardineras al crear la carrera para su formación. Perteneció a la cohorte de docentes traídas por Sarmiento y desde su llegada a Argentina en 1884 trabajó incansablemente.
Se la había contratado para la organización de la Escuela Normal de Profesores de Paraná, una de las más importantes del país, institución donde realizó un trabajo de actualización de los programas de estudio.
Se graduó en 1858 de la Escuela de Señoritas anexa a la Universidad de Bucknell. Tres años después, al desencadenarse la Guerra de Secesión, se desempeñó como enfermera. Allí conoció a quien sería su marido, un subteniente del Ejército de la Unión con quien tendría dos hijos. Pero en 1875 quedó viuda y decidió ingresar a la Escuela Normal, en Filadelfia, para especializarse en el nuevo campo de la enseñanza de la época, el kindergarden, donde se graduó en 1877 con excelentes notas.
Fue en ese contexto que conoció a Sarmiento, a quien Mary Peabody, esposa de Horace Mann, le habló sobre la importancia del jardín de infantes como sustento de la educación primaria. Sarmiento había conocido al matrimonio de educadores en uno de sus viajes a los Estados Unidos.
El 4 de agosto de 1884 se inauguró el primer jardín de infantes del país en la Escuela Normal Nacional de Paraná. Contó con 35 niños y niñas de entre tres y seis años. Desde ese lugar, creó la carrera de maestra jardinera que, hasta entonces, no existía en Argentina. Además, difundió el trabajo manual en las escuelas primarias para que los chicos desarrollen habilidades prácticas.
Esta oriunda de la provincia de La Rioja es considerada un ejemplo de docencia ya que recorrió en su carrera casi todos los roles posibles de la misma: maestra jardinera, docente de grado, profesora, directora, inspectora, supervisora, fundadora de institutos educativos y capacitadora pedagógica en enseñanza.
Luego de recibirse de maestra normal, en la ciudad de Paraná obtuvo el Título Superior de Enseñanza a los 20 años. Allí tuvo a Sara Eccleston como docente, quien más tarde se convertiría en su mentora. En esa ciudad comenzó a ejercer la docencia y desde entonces pasó por diferentes cargos y localidades. Paralelamente estudiaba el profesorado destinado a los jardines de infantes y, en 1897, se graduó como Profesora de Kindergarten, en la Escuela de Profesores del Jardín de Infantes de Paraná.
Sus aportes resultaron fundamentales para enriquecer el sistema educativo. Consideraba importante la formación de las infancias y su vinculación con la identidad social y la cultura común para estimular el sentimiento de pertenencia. Para ella, la educación era un proceso integral que comenzaba en los primeros años de vida, en el cual la creatividad, la exploración y el juego eran elementos fundamentales. Impulsó la enseñanza popular en los jardines de infantes y tomó de base a educadores como María Montessori, entre otros. Además, promovió la profesionalización de los jardines de infantes.
Juana Manso nació el 26 de junio de 1819. Cuando tenía 20 años emigró con su familia de Buenos Aires a Montevideo. Muchas familias que se oponían al gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, se vieron obligadas a dejar su país. Más tarde escribiría contra Rosas en su novela Los misterios del Plata. La primera versión se publicó desde Brasil, en portugués, en su periódico O Jornal das Senhoras, una de las primeras publicaciones sudamericanas dirigidas por una mujer, y con contenido para mujeres.
De vuelta en Argentina fundaría dos periódicos más, aunque es más recordada como maestra, directora e inspectora de escuelas. Es la primera mujer argentina que tuvo un cargo de gobierno: integró la Comisión Nacional de Escuelas. Fundó las primeras bibliotecas públicas. Intervino en los debates sobre la educación y el rol de la mujer, publicando sus opiniones en los diarios y hablando en público. Por si fuera poco, avanzó en su carrera siendo madre soltera, luego de que su marido la dejara sola con sus hijas.
Las ideas de Juana sobre la educación y la igualdad de la mujer eran avanzadas para la época, y muchas veces chocaron con los valores tradicionales. Ella no se dejó frenar: seguía trabajando y forjando el camino. Según sus propias palabras: “Quiero probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo o un defecto, un crimen o un desatino, es su mejor adorno”.
Falleció el 24 de abril de 1875 pero dejó huellas imborrables en la educación.
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